El Señor Dao vestido de negro se encontraba sentado dentro de esa ardiente cueva de piedra. De repente, volvió su mirada hacia un pasadizo flotante donde una criatura enorme y musculosa se arrastraba. La criatura blandía una enorme hacha con la que cortaba hacia abajo una y otra vez. Solo con mirar a esta criatura musculosa, uno podría darse cuenta el tremendo poder que tenía la gran hacha. Sin embargo, el hacha apenas pudo separar las piedras ardientes y tuvo que dar decenas de golpes para poder extraer una sola pieza.
¡Boom! ¡Boom! ¡Boom!
Las reverberaciones eran bastante débiles cuando llegaban al Señor Dao vestido de negro.
El Señor Dao vestido de negro llamó a la criatura:
—Moksha, ven acá.
—Sí, señor —dijo una voz retumbante desde abajo.
Whoosh.