—Jesfano, esa basura... No sólo murió, sino que también perdió el amuleto del maestro —la voz del anciano, que señalaba un hecho devastador, era increíblemente ronca y tenía un tono insoportablemente fuerte.
—¿Qué? ¿Qué sucedió en los mares de Dambrath?
Aquellos sacerdotes vestidos de negro intercambiaron miradas y vieron el asombro en los ojos de todos. No deseaban pensar en lo que le había ocurrido a Jesfano.
En Infraoscuridad, los elfos druidas que enfurecían a la emperatriz araña Lolth se convertían en monstruos semi-araña. Jesfano, cuya alma estaba en manos de su dios, terminaría en un estado peor.
Incluso los sacerdotes de negro se sintieron afligidos por él, pero no duró demasiado. El anciano los examinó lentamente; las escleróticas de sus ojos brillaban ligeramente.
—Jesfano ya era un sacerdote de alto rango. Tendremos que enviar a una leyenda que sea capaz de descubrir lo que ocurrió. ¿Quién está disponible ahora?