El Imperio O'Brien. Dentro de una casa.
Ese era el lugar donde actualmente residía Ojwin. Hoy, él había ordenado que un muy suntuoso banquete fuese preparado, sobre todo por el bien de su viejo amigo, Hanbritt. Ojwin y Hanbritt se sentaron uno frente al otro, comiendo durante la conversación.
—Ojwin, tengo la sensación de que hoy, hay algo en tu mente. Habla con claridad, ¿qué es?
Hanbritt sonrió mientras hablaba.
Él también rio.
—Nunca te puedo engañar, viejo amigo —dejó escapar un suspiro mientras hablaba, un toque de tristeza en sus ojos—. Hanbritt, deberías saber que mi hijo está muerto. Nunca he sido capaz de olvidar eso.
Dejó escapar una risa amarga y dijo: —A decir verdad, este tipo de tortura psicológica, yo... me estoy volviendo loco.
Hanbritt sabía cuan profundo eran los lazos entre Ojwin y su hijo.