Nora retiró la mano con la que comprobaba el pulso de Pete.
Él no tenía grandes problemas de salud. Eran solo algunos pequeños problemas típicos de los niños. Por lo que parecía, el suero genético no tuvo ningún efecto en él.
Nora se sintió aliviada. Entrecerró los ojos y respondió a la llamada. Una voz masculina, grave y profunda, llegó desde el otro lado: —Hola, ¿quién es usted?
Nora frunció el ceño y se identificó enseguida: —Soy Nora Smith. Deberías saber quién soy, ¿verdad?
La llamada se silenció de inmediato.
Nora dijo lentamente: —Charles, sé que eras el subordinado de mi madre. Tengo algunas preguntas para ti.
Tal vez porque ella le había llamado por su nombre, Charles respondió: —¡No tengo nada que decirte! —Colgó inmediatamente después de decir eso.
Nora miró el móvil y apretó la mandíbula.
¿Por qué no hablaba Charles? ¿Escondía algo?