Jill estaba aturdida. Inconscientemente retiró el cuchillo.
Pero Karl Moore tiró con fuerza y se apuñaló en el pecho. La punta del cuchillo le atravesó la piel y la sangre salió a borbotones. Los párpados de Jill se agitaron. Sin embargo, Karl Moore no parecía sentir ningún dolor. Sus ojos seguían llenos de ira y determinación.
—Mira, como padre, ni siquiera sabía que tenía una hija. Como madre, tampoco la trataste bien. La niña no te debe nada. Claramente somos nosotros dos los que le debemos a la niña. Ya que quieres encontrar a alguien con quien morir, ¡entonces lo haré contigo! ¿Por qué crearle problemas a nuestra hija? ¿No estás de acuerdo?
Volvió a apretar el cuchillo contra su pecho.
—Vamos, usa un poco de fuerza y entrará. Entonces, te matarás a ti misma. De esta manera, ¡pagaremos nuestra deuda con nuestra hija!