—Hola Islinda, hacía tiempo que no te veía —dijo Belinda, la comerciante acostumbrada a comprarle productos de la caza.
—Encantada de verte también, Belinda —respondió Islinda, aunque su mirada se desvió hacia un lado, observando a su hermanastra, Remy, y a Eli mirando alrededor del mercado de carne.
Islinda soltó un suspiro exasperado, ¿por qué insistiría Remy en venir al mercado con ella junto con Eli? La molestaba. Quizás, ¿venía para monitorear cuánto vendía la piel de ciervo? No era un secreto que su madrastra siempre quería ganancias de la venta.
La mayoría del tiempo, Islinda mentía sobre el precio al que los vendía, así tenía más dinero para ahorrar. Pero ahora, ya no podía decirlo. ¿Y si Remy vuelve a cuestionar a Belinda más tarde? Pero entonces, Islinda confiaba en que la mujer mantendría la boca cerrada. Todos en el pueblo ya sabían sobre su situación en la familia.