Cuando la pareja por fin salió del baño, Davi aún estaba ruborizada. Sin embargo, cuando vio la señal que había estado esperando de parte de su mucama, respiró profundamente y miró a Sei.
Luego, tiró rápidamente de su mano para llevarlo al patio, sin decir una palabra.
Al llegar al jardín, Sei puso los ojos como platos. Era porque todo el jardín estaba lleno de unas románticas luces amarillas. La glorieta ubicada en el centro estaba decorada con cortinas blancas y una mesa con velas brillaba dentro.
Con una mirada, Sei comprendió que se trataba de una cena romántica. Miró a su esposa y la chica sólo le sonrió alegremente.
—No puedo invitarte a salir, pero podemos tener una cita memorable aquí —dijo ella y, por algún motivo, Sei sintió que algo tocaba su corazón con dolor y felicidad al mismo tiempo.
—Mm —no pudo decir nada más, mientras su querida esposa lo guiaba hacia la glorieta.