Dulces y suaves gemidos, junto al sonido de una cama moviéndose, flotaron en el aire en medio de la noche silenciosa. Las emociones rebosantes y el deseo incontrolable envolvieron todo el dormitorio, mientras la pareja por fin se rendía ante el deseo. Sus cuerpos estaban sincronizados como uno, así como sus almas. Era como si en aquel placer celestial dos estos estuvieran haciendo una promesa. Una promesa silenciosa que solo podían comprender en lo más profundo de su alma. Una promesa que se grabaría para siempre en sus corazones y que nadie, ni siquiera los dioses, podrían borrar.
…
A la mañana siguiente, Zaki y el anciano estaban sonriendo como nunca. Se veían como si hubieran despertado muy contentos y estuvieran teniendo la mejor mañana de sus vidas.