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72% Segunda Fundacion / Chapter 18: 16. Comienza la guerra

章 18: 16. Comienza la guerra

Por razones desconocidas para los miembros de la Galaxia, el Tiempo Medio Intergaláctico define su unidad fundamental, el segundo, como el tiempo que la luz emplea en recorrer 299.776 kilómetros. Por otro lado, 86.400 segundos son arbitrariamente igualados a un Día Medio Intergaláctico; y 365 de esos días, a un Año Medio Intergaláctico.

¿Por qué 299.776, 86.400 o 365?

La tradición, decía el historiador sancionando la cuestión. A causa de ciertas misteriosas relaciones numéricas,

indicaban los místicos, cultistas, numerólogos y metafísicos. Debido a que el planeta nativo original de la humanidad tenía ciertos períodos naturales de rotación y traslación de los que podían derivarse esas relaciones, señalaban unos cuantos.

Nadie lo sabía con certeza.

Pese a ello, la fecha en que el crucero de la Fundación, el Hober Mallow, se encontró con el escuadrón kalganiano, capitaneado por el Fearless, y tras su negativa de permitir la entrada a bordo de un destacamento de registro, fue atacado y reducido a cenizas, fue 185; 11692 E.G. Es decir, fue el día 185 del año 11.692 de la Era Galáctica, que había comenzado

con la subida al trono del primer Emperador de la tradicional dinastía Kamble. Fue también 185; 419 D.S., que databa del nacimiento de Seldon, o 185;

348 D.F., en base al establecimiento de la Fundación. En Kalgan fue 185; 56 P.C., relativo al establecimiento por el Mulo de la Primera Ciudadanía. Naturalmente, por conveniencia, el año se distribuía en cada caso de manera que la fecha recayese en el mismo día, cualquiera que fuese el día en que comenzara la nueva era.

Además, en todos los millones de mundos de la Galaxia había millones de tiempos locales, basados en los movimientos de sus particulares vecinos celestes.

Pero cualquiera que sea la era que se elija: 185; 11692, 419; 348 o 56, fue este día el señalado más tarde por los historiadores como el de la iniciación de la guerra de Stettin.

Sin embargo, para el doctor Darell no servía ninguna de estas fechas. Hacía exactamente treinta y dos días que Arcadia había abandonado Términus.

Lo que costó a Darell conservar la ecuanimidad durante aquellos días no fue evidente para todo el mundo.

Pero Elvett Semic creía poder adivinarlo. Era un anciano y le gustaba decir que sus conductos neurónicos se habían calcificado hasta el extremo de que sus procesos mentales eran rígidos e

invariables. Invitaba y casi deseaba la subestimación universal de sus decadentes facultades, siendo el primero en reírse de ellas. Pero sus ojos no veían menos porque estaban gastados, y su mente no era menos experimentada y sabia porque ya no era ágil.

Se limitó a torcer los labios y preguntó:

¿Por qué no hace usted algo?

Las palabras fueron como una sacudida física para Darell, que se estremeció. Replicó bruscamente:

¿Dónde estábamos?

Semic le observó con expresión grave.

Debería usted hacer algo con respecto a la chica.

Abrió mucho la boca al hablar, enseñando sus dientes escasos y amarillentos.

Pero Darell contestó con frialdad:

La cuestión es: ¿se puede obtener el alcance necesario con un Resonador Symes-Molff?

Ya le he dicho que sí, pero usted no escuchaba

Lo siento, Elvett. Lo que ocurre es que esto que hacemos ahora puede ser más importante para toda la Galaxia que la cuestión de si Arcadia está sana y salva. Al menos, para todo el mundo menos para Arcadia y para mí mismo, y

estoy dispuesto a sacrificarme por la mayoría. ¿Qué tamaño tendría el Resonador?

Semic pareció dudar.

No lo sé. Podemos encontrarlo en los catálogos.

Pero ¿cómo de grande, más o menos? ¿Como una manzana de casas?

¿Pesaría una tonelada, o un kilo?

¡Ah! Creía que quería una respuesta exacta. Es muy pequeño. Señaló la primera falange de su pulgar. Una cosa así.

Muy bien. ¿Podría usted hacer algo parecido a esto?

Dibujó rápidamente en un bloc que tenía sobre las piernas, y después lo

enseñó al anciano físico, que lo miró con aire dudoso y al final rio entre dientes.

Realmente, el cerebro se calcifica cuando se es viejo como yo. ¿Qué intenta usted hacer?

Darell titubeó. Deseó urgentemente, durante unos momentos, poseer la ciencia física encerrada en el cerebro de su interlocutor, a fin de no tener que expresar su idea con palabras. Pero aquel deseo era inútil, y se explicó.

Semic meneaba la cabeza.

Necesitaría usted híper-relés, lo único que funcionaría con la rapidez suficiente. Gran cantidad de ellos.

Pero ¿se puede construir?

Sí, claro.

¿Puede obtener todos los elementos? Quiero decir, sin provocar comentarios. Como si fuesen para su trabajo normal.

Semic levantó el labio superior.

¿Si puedo obtener cincuenta hiper- relés? No podría usarlos en toda mi vida.

Ahora trabajamos en un proyecto defensivo. ¿No se le ocurre algo que los necesitara para funcionar? Tenemos dinero suficiente.

Humm. Tal vez se me ocurra algo.

¿Cuál es el tamaño mínimo de todo el aparato?

Hay hiper-relés de tamaño microscópico cables, tubos Tendrá unos centenares de circuitos.

Lo sé. ¿Qué tamaño?

Semic lo indicó con las manos.

Demasiado grande dijo Darell. Me lo he de colgar del cinturón.

Empezó a arrugar su boceto con la mano. Después lo tiró al cenicero, donde desapareció con la diminuta llama blanca de la descomposición molecular. Preguntó:

¿Quién está en la puerta?

Semic se inclinó sobre la mesa y miró la pequeña pantalla colocada sobre el umbral.

El joven Anthor. Alguien le acompaña.

Darell apartó su silla.

Ni una palabra de esto a los demás,

Semic. Saberlo representa un peligro mortal, y ya es suficiente arriesgar dos vidas.

Pelleas Anthor era un torbellino de agitación en el despacho de Semic, que de algún modo parecía compartir la edad de su ocupante. En la placidez de la habitación, las mangas anchas y veraniegas de la túnica de Anthor parecían ondear todavía a la brisa del exterior. Dijo:

Doctor Darell, doctor Semic, les presento a Orum Dirige.

El otro hombre era alto, y su nariz larga y recta daba a su rostro delgado un

aspecto sombrío. El doctor Darell le alargó la mano. Anthor sonrió ligeramente.

Teniente de policía Dirige precisó, y luego, en tono significativo: De Kalgan.

Darell se volvió para mirar fijamente al joven Anthor.

Teniente de policía Dirige, de

Kalgan repitió, recalcando las sílabas

. Y lo trae usted aquí. ¿Por qué?

Porque fue el último hombre de Kalgan que vio a su hija. Tranquilícese, hombre.

La mirada triunfal de Anthor se convirtió en agitada, y se interpuso entre los dos, luchando violentamente con

Darell. Con lentitud y firmeza obligó a este último a sentarse.

¿Qué intenta hacer? Anthor se apartó de la frente un mechón de cabellos castaños, se apoyó en la mesa y balanceó una pierna. Yo creía que le traía buenas noticias.

Darell se dirigió directamente al policía.

¿Qué significa eso de que fue el último hombre que vio a mi hija? ¿Acaso ha muerto? Le ruego que me lo diga sin rodeos.

Su rostro estaba lívido. El teniente

Dirige contestó con expresión impasible:

La frase exacta ha sido: «El último hombre de Kalgan». Su hija no está en

Kalgan ahora. Ignoro lo ocurrido después.

Veamos interrumpió Anthor, intentaré explicarme. Siento haber exagerado el tono, doctor. A veces es tan inhumano, que olvido que tiene sentimientos. En primer lugar, el teniente Dirige es uno de los nuestros. Nació en Kalgan, pero su padre era de la Fundación, y fue enviado a aquel planeta al servicio del Mulo. Respondo de la lealtad del teniente hacia la Fundación. Me puse en contacto con él al día siguiente que dejamos de recibir el informe diario de Munn

¿Por qué? interrumpió Darell con fiereza. Creía que habíamos

decidido no dar un solo paso en este asunto. Con ello ha arriesgado usted sus vidas y las nuestras.

Lo hice fue la respuesta igualmente fiera porque yo intervine en este juego antes que usted. Conozco ciertos contactos en Kalgan de los que usted no sabe nada. Actúo con conocimientos más profundos en la materia, ¿me comprende?

Creo que está completamente loco.

¿Quiere escucharme?

Tras una pausa, Darell bajó los ojos. Anthor esbozo una sonrisa.

Muy bien, doctor. Deme unos minutos. Cuénteselo, Dirige.

Dirige habló con soltura:

Por lo que yo sé, doctor Darell, su hija está en Trántor. Al menos tenía un billete para Trántor en el espaciopuerto Oriental. Estaba con un representante comercial de aquel planeta, el cual aseguraba que ella era su sobrina. Su hija parece tener una extraña colección de parientes, doctor. Aquél era el segundo tío que ha tenido en el breve período de dos semanas, ¿no es eso? El trantoriano trató incluso de sobornarme; probablemente piensa que tal es la razón por la que les dejamos marchar terminó con una sonrisa irónica.

¿Cómo estaba ella?

Muy bien, por lo que pude comprobar. Asustada, y no la culpo por

eso. Todo el Departamento iba tras ella. Todavía ignoro por qué.

Darell respiró profundamente por primera vez en varios minutos. Era consciente del temblor de sus manos, y lo controló con un esfuerzo.

Entonces, está bien. ¿Quién era ese representante comercial? Hábleme de él.

¿Qué papel juega en esto?

Lo ignoro. ¿Sabe usted algo sobre

Trántor?

En un tiempo viví allí.

Ahora es un mundo agrícola. Exporta piensos y cereales casi exclusivamente. De primera calidad. Los venden a toda la Galaxia. Hay una o dos docenas de cooperativas agrícolas en el

planeta, y cada una de ellas tiene sus representantes en el extranjero. Son unos tipos muy vivos, precisamente conozco el historial de éste en particular. Ha estado en Kalgan otras veces, generalmente con su esposa. Una gente muy honrada, y totalmente inofensiva.

Humm murmuró Anthor. Arcadia nació en Trántor, ¿verdad, doctor?

Darell asintió.

Es lógico, ¿no cree? Ella quería huir, marcharse lejos y rápidamente, y se le ocurrió Trántor.

¿Por qué no regresar aquí?

preguntó Darell.

Tal vez la perseguían y pensó que era

mejor despistarles yendo en otra dirección, ¿no le parece?

Al doctor Darell le faltó valor para seguir preguntando. Arcadia estaba sana y salva en Trántor, o por lo menos tan a salvo como se podía estar en aquella oscura y horrible Galaxia. Se dirigió hacia la puerta, casi a tientas, y al sentir la mano de Anthor sobre su brazo, se detuvo sin volverse.

¿Le importa que le acompañe a su casa, doctor?

Como quiera fue la automática respuesta.

Al llegar la noche, las capas exteriores de

la personalidad del doctor Darell, las que estaban en contacto directo con los demás, ya se habían solidificado. Se negó a comer, y con febril insistencia volvió a sumergirse en las intrincadas matemáticas del análisis encefalográfico.

Era casi medianoche cuando entró de nuevo en la sala de estar. Pelleas Anthor seguía allí, manipulando los controles del vídeo. Al oír pasos, miró por encima del hombro.

¡Hola! ¿Aún no se ha acostado? He pasado las horas ante el vídeo, tratando de encontrar algo que no fueran boletines. Al parecer, la nave de la Fundación Hober Mallow lleva retraso en su ruta y no se han recibido noticias de ella.

¿Ah, no? ¿Y qué sospecha usted?

¿Y usted, qué cree? Alguna granujada kalganiana. Se ha informado que fueron vistas naves kalganianas en el sector del espacio desde donde se recibieron las últimas noticias de la Hober Mallow.

Darell se encogió de hombros, y

Anthor, pensativo, se frotó la frente.

Escuche, doctor dijo, ¿por qué no se marcha a Trántor?

¿Por qué habría de hacerlo?

Porque aquí no nos es útil. Ha cambiado, y es lógico. Y yendo a Trántor podría cumplir un objetivo. La antigua Biblioteca Imperial, con los archivos completos de las Actas de la Comisión

Seldon, está allí

¡No! La Biblioteca ha sido registrada, y el asunto no ha ayudado a nadie.

Una vez ayudó a Ebling Mis.

¿Cómo lo sabe usted? En efecto, él dijo que había encontrado la Segunda Fundación, y mi madre le mató cinco segundos más tarde para que no revelase involuntariamente su situación al Mulo. Pero comprenda que con este acto ella hizo imposible que supiéramos si Mis conocía realmente su localización. Después de todo, nadie más ha sido capaz de deducir la verdad de esos archivos.

No sé si usted recuerda que Ebling

Mis trabajaba bajo el impulso de la mente del Mulo.

Ya lo sé, pero, precisamente por eso, la mente de Mis se hallaba en un estado anormal. ¿Sabemos algo usted y yo acerca de las propiedades de una mente bajo el control emocional de otra?

¿Acerca de sus facultades y defectos? En cualquier caso, no pienso ir a Trántor.

Anthor frunció el ceño.

Está bien. ¿Por qué tanta vehemencia? Yo me he limitado a sugerirlo Por el Espacio, que no le comprendo a usted. Parece haber envejecido diez años. Es evidente que está muy preocupado, y aquí no hace nada de utilidad. Si yo estuviera en su lugar iría y rescataría a la chica.

¡Exactamente! Eso es lo que querría hacer yo. Y por esa razón no lo haré. Escuche, Anthor, y trate de comprenderme. Estamos jugando, usted y yo, con algo contra lo cual somos incapaces de luchar. A sangre fría, si es que la tiene, usted lo sabe tan bien como yo, sean cuales fueran sus ideas en sus momentos de euforia.

»Durante cincuenta años hemos sabido que la Segunda Fundación es el verdadero heredero y discípulo de las matemáticas seldonianas. Eso significa, y usted lo sabe, que nada de lo que ocurre en la Galaxia está fuera de sus cálculos. Para nosotros, la vida es una serie de accidentes que hemos de afrontar con

improvisaciones. Para ellos, toda la vida tiene un objetivo y tiene que ser precalculada.

»Pero tienen sus debilidades. Su trabajo es estadístico, y sólo la acción conjunta de la humanidad es verdaderamente inevitable. Ahora bien, ignoro el papel que represento yo como individuo en el curso previsto de la historia. Tal vez no tenga un papel definido, puesto que el Plan da libre albedrío a los individuos. Pero soy importante, y ellos, ellos, ¿me comprende?, pueden al menos haber calculado mi reacción probable. Por eso desconfío de mis impulsos, mis deseos y mis probables reacciones.

»Preferiría ofrecerles una reacción improbable. Me quedaré aquí, pese al hecho de que ansío desesperadamente marcharme. ¡No, no es eso! Porque ansío desesperadamente marcharme.

El joven sonrió con amargura.

Usted no conoce su propia mente tan bien como pueden hacerlo ellos. Suponga que, conociéndole, calculan que lo que usted piensa, simplemente piensa, es esa reacción improbable, sabiendo por anticipado cuál será la tónica de su razonamiento.

En este caso, no hay escapatoria. Porque si sigo el razonamiento que acaba usted de mencionar, y me voy a Trántor, también pueden haber previsto eso. Es un

círculo vicioso de dobles intenciones. Por mucho que siga este ciclo, sólo puedo marcharme o permanecer aquí. El intrincado plan de hacer recorrer media Galaxia a mi hija no puede tener como fin que yo me quede donde estoy, puesto que igualmente me hubiera quedado si ellos no hubiesen hecho nada. El único motivo ha de ser que yo me vaya y, por consiguiente, me quedaré.

»Además, Anthor, no todo es obra de la Segunda Fundación, ni todos los acontecimientos son resultado de sus intrigas. Tal vez no han tenido nada que ver con la marcha de Arcadia, y es posible que ella esté a salvo en Trántor mientras aquí morimos todos.

No replicó Anthor con brusquedad, ahora ha perdido usted la pista.

¿Tiene algo más que sugerir?

En efecto, si quiere escucharme.

¡Oh, pues adelante! No me falta paciencia.

Muy bien. ¿Hasta qué punto conoce usted a su propia hija?

¿Hasta qué punto pueden conocerse las personas? Es evidente que no la conozco demasiado bien.

Yo tampoco, seguramente menos que usted, pero al menos la he visto con otros ojos. Primero: se trata de una romántica incorregible, hija única de un académico que vive en su torre de marfil,

aficionada al mundo irreal del vídeo, y los libros de aventuras. Está viviendo una extraña fantasía propia de intrigas y espionaje. Segundo: la vive con inteligencia, con la inteligencia suficiente como para despistarnos. Planeó cuidadosamente escuchar nuestra primera conferencia, y lo logró. Planeó cuidadosamente ir a Kalgan con Munn, y lo logró. Tercero: adora el recuerdo de su abuela, la madre de usted, que derrotó al Mulo.

»Hasta aquí no me equivoco,

¿verdad? Muy bien. A diferencia de usted, yo he recibido un informe completo del teniente Dirige, y, además, mis fuentes de información en Kalgan

son bastante fidedignas y todas concuerdan. Sabemos, por ejemplo, que el Señor de Kalgan negó a Homir Munn la autorización para entrar en el palacio del Mulo, y que esta negativa fue repentinamente cancelada después de que Arcadia hablase con la señora Callia, que es muy buena amiga del Primer Ciudadano.

¿Cómo sabe usted todo esto?

interrumpió Darell.

Porque Munn fue entrevistado por Dirige como parte de la campaña policial para localizar a Arcadia. Naturalmente, tenemos una transcripción completa de las preguntas y respuestas. Considere, además, a la propia Callia. Se rumorea

que Stettin ya no siente interés por ella, pero los hechos no corroboran este rumor. No sólo Callia continúa en su puesto, no sólo es capaz de convertir la negativa de Stettin a Munn en una afirmación, sino que incluso puede organizar abiertamente la fuga de Arcadia. Imagínese: una docena de soldados que estaban de guardia en la mansión de Stettin testificaron que las vieron juntas la última noche. Y, sin embargo, no ha sido castigada, y eso a pesar del hecho de que buscaron a Arcadia con toda diligencia.

¿Y cuál es su conclusión de todo este torrente de incongruencias?

Que la fuga de Arcadia fue organizada.

Como yo he dicho.

Pero con esta adición: Arcadia debió de darse cuenta de que estaba organizada. Arcadia, la lista chiquilla que veía cábalas por todas partes, adivinó ésta y siguió su propio tipo de razonamiento. Ellos querían que volviese a la Fundación, y por eso se dirigió a Trántor. Pero ¿por qué a Trántor?

Exacto, ¿por qué?

Porque allí fue donde Bayta, su idolatrada abuela, escapó cuando huía. Consciente o inconscientemente, Arcadia la imitó. Así pues, me pregunto si Arcadia huía del mismo enemigo.

¿El Mulo? preguntó Darell con cortés ironía.

Claro que no. Por enemigo me refiero a una mentalidad contra la que no podía luchar. Huir de la Segunda Fundación, o de la influencia que ésta pueda tener en Kalgan.

¿De qué influencia habla?

¿Cree que Kalgan estará inmune de esa amenaza omnipresente? Ambos hemos llegado de algún modo a la conclusión de que la huida de Arcadia fue organizada. ¿De acuerdo? La buscaron y la encontraron, y Dirige permitió deliberadamente que se escapara. Dirige,

¿lo comprende usted? Pero ¿por qué? Porque era de los nuestros. Pero ¿cómo lo sabían ellos? ¿Contaban con que fuese un traidor? ¿Qué opina usted?

Ahora está diciendo que tenían intención de atraparla. Francamente, me está cansando un poco, Anthor. Termine de decir lo que sea; quiero irme a la cama.

Terminaré muy pronto. Anthor extrajo unas fotografías de un bolsillo interior. Eran las familiares curvas del encefalograma. Las ondas cerebrales de Dirige explicó Anthor en tono casual, tomadas a su regreso.

Era algo claramente visible para Darell, y su rostro estaba lívido cuando miró a su interlocutor.

Está controlado.

Exactamente. Dejó huir a Arcadia, no porque fuera de los nuestros, sino

porque pertenecía a la Segunda Fundación.

Incluso después de saber que ella iba a Trántor, y no a Términus.

Anthor se encogió de hombros.

Le habían programado para dejarla escapar; no podía modificar aquello. Era sólo un instrumento. La suerte ha sido que Arcadia eligió el camino menos probable, y posiblemente está a salvo. O, por lo menos, estará a salvo hasta que la Segunda Fundación pueda modificar los planes para afrontar este nuevo estado de cosas

Hizo una pausa. La pequeña luz de aviso del vídeo estaba relampagueando, en un circuito independiente. Aquello

significaba la presencia de noticias urgentes. Darell también la vio, y con el gesto mecánico de una larga costumbre puso en marcha el vídeo. Sólo pudieron oír el final de una frase, pero antes de que terminara ya sabían que se habían encontrado los restos de la Hober Mallow y que, por primera vez en casi medio siglo, la Fundación volvía a estar en guerra.

Anthor apretó las mandíbulas.

Muy bien, doctor, ya lo ha oído. Kalgan ha atacado, y Kalgan está bajo el control de la Segunda Fundación.

¿Seguirá usted el ejemplo de su hija y se trasladará a Trántor?

No. Correré el riesgo. Me quedaré aquí.

Doctor Darell, no es usted tan inteligente como su hija. Me pregunto hasta qué punto se puede confiar en usted.

Su mirada serena se clavó en Darell durante unos momentos, y luego, sin una palabra, se fue.

Y Darell se quedó lleno de dudas, y casi de desesperación.

Sin que nadie le prestara atención, el vídeo continuó emitiendo excitados sonidos e imágenes, mientras describía con nervioso detalle la primera hora de la guerra entre Kalgan y la Fundación.


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