—¿Elzera? —Karyk observó su alrededor. No podía encontrar nada fuera de lo común en este lugar. Era como un mundo normal. De hecho, si no fuera por las palabras de Aliac, habría pensado que de alguna manera había vuelto a su mundo antes del inicio de la magia.
Había algunos rastros de energía elemental, pero era muy débil. Comparada con el Reino de los Dioses, la energía aquí era casi inexistente.
El cielo azul reflejaba el de la Tierra, con un sol velado detrás de un manto de nubes.
—¿Por qué llamas a este lugar nuestro infierno? —preguntó Karyk. Incluso con su fuerza, no podía sentir nada fuera de lo común.
Tampoco sentía ningún peligro. Tan lejos como alcanzaban sus sentidos, no había forma de vida. El suelo bajo sus pies estaba cubierto por una cama mullida de césped, extendiéndose hasta donde alcanzaba la vista, creando la ilusión de una pradera infinita y pacífica.