Todo sucedió tan rápido que Abigail no tuvo tiempo de reaccionar. De algún modo, su mente pudo procesar que algo grande había sucedido y que probablemente habían estado involucrados en un accidente, pero no ocurrió en cámara lenta como había visto en las películas. Todo sucedió tan rápido como un golpe de rayo.
Lo último que vio fue el terror en los ojos de Alex, seguido de unos sonidos dolorosamente fuertes: chirridos metálicos y vidrios rompiéndose.
Y luego, hubo un silencio absoluto mientras todo se asentaba. Fue entonces cuando Abi se dio cuenta de que Alex la había envuelto en sus brazos. Su enorme palma cubría su cabeza protectora, su cara estaba enterrada en su pecho como si estuviera casi envuelta por él, usando todo su cuerpo como escudo.
Abi no pudo escuchar nada durante un momento, hasta que el férreo agarre que la sostenía se movió.
—¡Abigail! ¿Estás bien? —La voz frenética de Alex resonó en su oído y ella levantó la cara para mirarlo, para ver qué había sucedido.