—¿Qué estás haciendo aquí? ¡No eres bienvenido aquí! —Lu Xinyi contrajo la mandíbula, mientras que se dirigía al lado de su esposo, quien se quedó en silencio en cuanto notó al presidente Sun.
Se habían conocido antes, pero solo para representar a sus respectivas empresas, a diferencia de ese momento que estaban conectados por el matrimonio de Shen Yi con Lu Xinyi.
—No me voy a quedar mucho. Solo quería visitarla.
El viejo hombre se había olvidado hacía mucho de cuándo fue la última vez que había visto sonreír a Lu Xinyi. También, se había olvidado de cómo moverse con libertad y de cómo ser feliz. Los dolores eran sus compañías constantes, no su propia sangre y parientes y siempre estaban con él. Las memorias de él lo abrigaban y perseguían, a veces le provocaban una sonrisa amarga y otras, una lágrima.