Siguió pasando los dedos por su cabello y vio que sus parpados cayeron de relajación. Shen Yi canturreó antes de acercársele. Pensó que había mejores formas de despertar, pero, en realidad, no podía quejarse de la repentina muestra de cariño de su esposa. Consciente de que estaba despierto de verdad y no soñando con ella de nuevo, envolvió su cintura con sus brazos sin esfuerzo y se acurrucó.
—Buenos días, mi dormilón. Arriba, arriba —dijo Lu Xinyi sonriendo tiernamente, con su mano todavía acariciando su pelo.
Él parpadeó lentamente, moviendo su brazo para proteger sus ojos del repentino resplandor que venía de afuera de las ventanas. ¿Se había quedado dormido? Por lo general, él despertaba antes que Xinxin.
—¿Qué hora es?
—Más de las siete. Te quedaste dormido —respondió ella. Era tan extraño que no despertara a tiempo.