—¿Qué te dije antes de esta subasta? —gritó Saul a través del cuaderno inscrito—. ¡Esa es la familia Sailbrird! Ellos controlan casi todas las bibliotecas de las Tierras Inmortales. ¿¡Sabes cuánta riqueza poseen?!
—¿Me prestas algo de dinero o no? —respondió Noah, ignorando los gritos que venían de su cuaderno inscrito—. Tengo suficientes recursos para duplicar este precio. No me obligues a usarlos.
Don y Jordán no pudieron contener sus risas cuando escucharon la interacción mental entre Noah y Saul. La escena anterior ya les había hecho perder parte de su decoro, pero esa conversación había llevado la situación a otro nivel.
—¡Maldita sea! ¡Sí! ¡Toma tus malditas Piedras del Alma! —Saul rápidamente se dio por vencido y envió algo de dinero a través del panel en la habitación de Noah—. No te atrevas a retractarte de nuestro acuerdo previo. Sabes que necesitamos la primera parte de la herencia del Gran Constructor.