—¿Ven? ¡Les dije que ella robaba cosas! —dijo Rong Wanwan orgullosamente.
—La apariencia sí refleja el alma. Es tan fea, su corazón debe ser igualmente repulsivo, siempre metida en robos insignificantes —comentaron con desdén y odio mientras miraban a Rong Shengsheng.
—Parece que este collar pertenece a Madame Lan. ¡No puedo creer que lo haya robado! Afortunadamente, la señorita Rong lo notó a tiempo; de lo contrario, esta pobre habría escapado con él —se escuchó en la multitud.
—Todos, tengan cuidado. La mayoría del personal de servicio contratado para la fiesta de cumpleaños son personas pobres, robarán a los ricos al ver sus posesiones —advirtió uno de los presentes.
Rong Shengsheng miró el collar de perlas con incredulidad, su boca como si estuviera sellada con pegamento, incapaz de hacer un sonido.
¿Por qué estaba este collar en su bolsillo?
¿Qué estaba pasando?
Ella podría jurar a los cielos que nunca había robado ni siquiera una aguja o un hilo...