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Estas palabras eran como una sentencia de muerte, y Rong Wanwan estaba en pánico, sus negativas no servían de nada.
La familia Li estaba decidida a que la examinaran.
—Wanwan, no tengas miedo, llamaré a Hanxian ahora mismo para que vuelva y te acompañe rápido —dijo Tang Xuelan, apoyándose en su bastón para hacer la llamada telefónica.
Rong Wanwan estaba tan asustada que perdió los estribos, acurrucada en su silla de miedo, con los ojos moviéndose frenéticamente de un lado a otro, sin saber qué hacer. En ese preciso momento, no podía sentir el dolor en sus palmas en absoluto, y su cuerpo temblaba continuamente.
¡En los ojos de la familia Li, definitivamente había algo mal con el cuerpo de Rong Wanwan!
El niño probablemente...
Todos habían comenzado a perder la paciencia.
Siendo una budista devota, Tang Xuelan, a pesar de su cuerpo frágil y avejentado, estaba incesantemente arrodillada en el santuario ancestral de la familia, rezando fervientemente por Rong Wanwan.