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—Fue una noche verdaderamente horrible —murmuró Marianne mientras nos sentábamos en el carruaje.
—No habría sido tan mala si no hubieras venido conmigo —dije mientras me desabotonaba los dos primeros botones de la camisa. No podía explicar lo frustrado que me sentía. Si ella no hubiese estado allí, todavía tendría la oportunidad de regresar inventando alguna excusa.
—Gracias a Dios que inventaste la excusa de que los padres deberían ser quienes decidan el matrimonio. Pero, ¿y si la madre y el padre estuvieran de acuerdo?
Suspiré mientras ella comenzaba a atacarme con sus preguntas.
—Entonces aceptaría a Mari, no es como si casarme con ella fuera una mala decisión. Simplemente no me gustó la manera en que su majestad nos estaba presionando a ambos. No somos ni siquiera duque —dije mientras recordaba sus penetrantes ojos mirándonos.
—¿Qué, te casarías con su princesa real? —preguntó ella, demasiado sorprendida, y yo levanté una ceja.