Cuando Eltanin corrió hacia el ala de invitados, tuvo que suprimir el impulso de transformarse y correr porque sabía que si se transformaba, su lobo destrozaría a la Princesa Morava. Unos doce guardias lo seguían junto con Fafnir. Empujó la puerta de la habitación de Morava y descubrió que estaba vacía. Todo dentro estaba en su lugar. La cama parecía recién hecha, no había una sola arruga. Parecía como si nadie hubiera vivido allí. Su fuerte olor también había desaparecido, reemplazado por menta y lavanda.
—¡Llamen a las sirvientas que la atendieron! —ladra mientras corría hacia los armarios. No podía creer lo que veía. Ningún vestido de ella colgaba. Todo había sido limpiado a fondo. Se puso las manos en la cintura, asombrado de no haberlo previsto. Se había ido sin ni siquiera informarle.
Las sirvientas que la atendían llegaron y se pusieron en fila frente a él, temblando de miedo.
—¿Cuándo se fue? —preguntó Eltanin en un tono frio que prometía matanza.