Rosa se sentó al final de su cama, mirando el gran reloj presente en la habitación. Cada tic-tac que pasaba era fuerte en sus oídos. —¿Por qué no le di más tiempo?
Se acercaba la hora que Rosa había dado a Zayne para que llegara. Él debía estar apurándose por eso.
Habría sido mejor pensar en él y dejarlo regresar cuando hubiera terminado con sus obligaciones.
La mansión estaba tranquila ya que los demás se habían asentado. Aparte de los guardias afuera manteniendo la vigilancia, Rosa pensaba que era la única despierta a esa hora.
Rosa subió sus pies al pecho, abrazándolos mientras continuaba esperando a Zayne. Él no olvidaría venir a verla, así que cuando lo hiciera, ella quería estar completamente despierta para saludarlo.
Rosa no podía creer el cambio que había pasado para permitirle a Zayne entrar a su habitación a esta hora. Habían compartido la misma habitación antes, pero esto era diferente. Estaba claro que ambos tenían sentimientos el uno por el otro.