—Quiero mostrarle algo a Su Alteza.
—¿Mostrarme qué? —pregunté, sintiendo un aura muy sospechosa sobre él.
—Solo algunas cosas —dijo él—. Ven conmigo a un lugar.
—Jamás —respondí de inmediato—. ¿Estás loco? No confío lo suficiente en ti y no voy a dejar este lugar.
—Solo por un momento, te mostraré lo que quieres ver —dijo.
—No, no puedo. No debo.
—Su Alteza, ¿Su Alteza le ha dicho algo?
—¿Qué? —pregunté.
Se inclinó y acercó su rostro a mi oreja. —La sombra consigue lo que quiere.
En un segundo, sentí que me elevaba del suelo. No tenía idea de cómo estaba en sus brazos y él literalmente saltaba de un árbol a otro. Gritaba, mientras lo sostenía fuertemente para no caerme.
—¡Déjame ir! —grité.
—Si lo hago, morirás.
—¡No, no me dejes ir!