Como si fuera una señal, la puerta se abrió de golpe y Eleanor entró a galope, sin dejar tiempo para que Kathleen escondiera el rubor que aún estaba grabado en su rostro.
—Mamá, ¿por qué estás tan feliz? —preguntó Eleanor, moviendo sus ojos de su padre a su madre.
—¿Qué te hace pensar que estoy feliz, Eleanor? —respondió Kathleen mientras intentaba volver a su expresión normal.
Afortunadamente, había podido traer algún orden a su vestimenta mientras discutía con Shawn, si no, no sabía cómo le habría explicado a Eleanor el estado de su ropa desordenada.
—Tu cara, mamá, está muy roja y el tío Jason dijo que es causado por estar un poco demasiado feliz. —ella explicó.
—… —Kathleen quedó sin palabras.
Shawn también quedó sin palabras, no esperaba que la niña pequeña todavía se aferrara a las tonterías que su tío le había contado unas semanas atrás. «Tengo que tener cuidado con lo que digo a su alrededor» —se advirtió a sí mismo Shawn.