—No más —se rindió Ofelia. Estaba adolorida por todas partes, su piel cruda por la codicia de él, y había marcas de mordidas en ambos hombros, cuello, pechos, muslos internos y otros puntos que no podía sentir ni ver.
Killorn se rió entre dientes. Así que ella lo sentía. Se deslizó más cerca contra la tina de madera, para mantener su miembro endureciéndose lejos de su espina dorsal. Ella había encogido sus rodillas mientras él la bañaba meticulosamente.
—Lo digo en serio —murmuró Ofelia cuando sus nudillos rozaron demasiado cerca de ella. Él sonrió ante sus palabras, se inclinó y besó la parte superior de su cabeza. Su corazón se aceleró. Solo esa pequeña acción incitó otro intento de su parte.
—Oh, q-quizás una vez más n-no haría daño —balbuceó Ofelia, justo cuando él le dio un cariñoso piquito en la mejilla.
—¿Solo una vez? —preguntó Killorn con picardía, su tono bajo y seductor.