Después de un minuto, cuando notó que el hombre se relajaba, Cati preguntó: —¿Qué sucede?
—Hay un intruso en la aldea, caminando por las calles —respondió revisando la cerradura —. ¿Por qué no estás dormida?
—Estaba por acostarme cuando vi a alguien en la ventana. ¿A qué te refieres con intruso?
—Es más de medianoche, una hora extraña para que un humano esté paseando, a menos que sea un cruzado, pero lo dudo. No lo sé. Quien haya sido parece haberse marchado. Deberías ir a dormir —insistió Malfo.
La acompañó a la habitación y, al verla en la cama, decidió dejar la vela en una esquina.
A la mañana siguiente, Rafa ya se había ido cuando Cati despertó a Malfo, dejándola sola en casa, pues tenía el día libre. Cati cocinó y limpió, lavó la ropa y la guindó afuera para que se secara pues, considerando el clima oscuro, la ropa sin duda demoraría tiempo en secar.