Cati estaba paralizada y Alejandro permanecía de pie frente a ella, con sus ojos oscuros y sus colmillos visibles. No sabía que hacer y temía el más ligero movimiento bajo la mirada fija del Señor. Sentía que, si intentaba correr, él la perseguiría como a una presa. Notó que Alejandro daba un paso al frente y sujetó con fuerza su vestido. Siguió avanzando hasta quedar frente a ella. Inclinó la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos, y en pocos segundos, Alejandro regresó su mano a la pared junto a ella.
Sentía un nudo en la garganta. La expresión de Alejandro era calmada y fría. No sabía por qué, pero le parecía que estaba furioso, ¿o deseaba beber su sangre? Algunos consideraban un honor dar su sangre a los Señores de clase alta, pero ella no sabía qué pensar al respecto, pues nunca lo había considerado.
—¿Beberás de mí? —preguntó tímidamente.