Al terminar el trabajo en los establos, Cati se fue a visitar a sus padres. El cementerio solía estar vacío a esas horas de la noche. Entre más de cien tumbas, Cati, que llevaba flores, caminó hasta alcanzar la de sus padres. El sol se había puesto cuando Cati terminó de compartir este tiempo con ellos, expresando sus pensamientos en silencio.
Extrañaba a su familia. Cuando lo pensaba demasiado, le resultaba agonizante pensar que estaba totalmente sola. Su familia estaba muerta, y ella también lo estaría si no hubiera ido a la celebración de invierno. Algunas veces deseaba no haber ido, pues el tumulto en su corazón, y el miedo en su mente, no le dejaba dormir en la noche.