En la aldea de Mythweald, había un enorme revuelo en el área adyacente al bosque. Los hombres transportaban barriles de licor para lanzarlo a la hoguera junto con la basura de la aldea.
—¡Así es! ¡Hora de limpiar la aldea! —gritaba Elliot, entusiasmando a la multitud —. Mientras más limpia esté, más sana será la vida de sus hijos.
Tras fingir ser un arquitecto y ayudar a los aldeanos, Elliot se había ganado el afecto de todos. Luego eligió a un niño enfermo y lo usó como bandera, hablando de las condiciones de salubridad de la aldea. Era por esto que, en un operativo de limpieza, se formó una montaña de basura que, mezclada con el licor desechado, ahora ardía con intensidad.
—¿Está bien botar esto? —preguntó una mujer con restos de vegetales.
—¡Por supuesto! ¡Bótelo! Todos en la línea tendrán su turno —dijo sentándose a tomar vino—. Vengan, ¡muéstrenme su ánimo!
Los aldeanos formaron una algarabía.