Después de ver a su hermano Silas de vuelta en la mansión, Malphus caminó por el camino que llevaba al pueblo donde debía entregar los papeles que su padre había escrito y que debían ser presentados en el consejo.
El camino no estaba desierto, sino que había gente caminando de arriba a abajo por el sendero, ya que era la hora de la mañana en la que se realizaba el comercio en el mercado. Los carros eran tirados por caballos o por los mismos hombres, el día comenzaba lleno de actividad. Pero había algunos que tenían mucho tiempo libre, pensó Malphus mientras caminaba por el camino. Sus pies patearon la piedra y se cayó a propósito, como si fuera torpe. Con su cuerpo abajo, fue a levantarse mientras miraba hacia atrás para ver a un hombre que estaba muy lejos de él, siguiéndolo.