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—Es casi como si una presencia dijera hola.
—Pensando en ese pequeño hilo, tiro de él. Dos veces.
—Una respuesta: tirón. Uno. Dos. Tres.
—Las palabras que acabo de decir fluyen en mi cabeza: Es como si el libro estuviera vivo.
—¿Es una locura hablar en este vacío en mi cabeza, en la dirección general en la que espero que esté el libro? Claro. Pero al menos nadie puede verme o escucharme hacerlo.
—¿Hola? —llamo, tratando de usar el mismo canal mental que uso para hablar con Selene—. ¿Estás ahí?
—Otro tirón de ese hilo.
—Realmente, realmente necesito que vengas a donde estoy. Aquí es más seguro. O algo así. ¿Cómo le explicas a un libro que el mundo se ha ido a la mierda y quieres evitar que lo usen para crear una catástrofe mayor?
—Por favor.
—Ser cortés nunca está de más.
—Esta vez, esa sensación de hilo me tira, y se siente como si mi corazón estuviera constreñido, interfiriendo en su capacidad de latir.