Con un simple movimiento de su mano, logró provocar cambios drásticos en la plaza. Los cristales mágicos legendarios que fluctuaban mucho parecían haber sido rociados con una olla de agua fría mientras las fluctuaciones de maná desaparecían sin dejar rastro. Al mismo tiempo, las marionetas de alquimia que explotaban a sí mismas también se desmoronaron como esculturas de arena que habían perdido su cohesión y se esparcieron por todo el suelo después de convertirse en pequeñas partículas.
El cambio repentino dejó a todos atónitos, y Albert, que se reía como un maníaco, pareció haberse ahogado de repente.