Eso ayudó a tranquilizar la mente del hombre. No sería juzgado por traición, ya que las mercancías no estaban saliendo del Imperio, y había una muy buena posibilidad de que fueran a ayudar a un compañero planeta rebelde a mejorar su Mecha civil para unirse a la batalla contra el Emperador.
Max escuchaba atentamente los pensamientos del Duque, así como los de sus guardias, antes de hacer su próxima oferta.
—Si necesitan algo más que cristales, creo que nos queda un poco de material del reactor. ¿No será que les falta una tonelada o dos, verdad? —preguntó Max con voz amigable.
—Ahora que lo menciona, estamos algo cortos para nuestra producción de robots industriales. ¿Qué tal si nos sentamos y discutimos el otro asunto urgente mientras nuestros ayudantes trabajan en los detalles? —respondió el Duque, asintiendo hacia los niveles superiores, que él creía eran habitaciones privadas, pero que en realidad eran instalaciones de almacenamiento en frío.