Al entrar en la casa, lo primero que vio Klein fue el vestíbulo. Era muy espacioso, con varias sillas y sombrillas colocadas a lo largo. Además, el mobiliario era elegante y las decoraciones correspondían a su status. Si no hubiera sabido de antemano la estructura de su actual inspección, podría haber imaginado que era la sala de estar.
Después de pasar por una segunda puerta principal, la vista ante sus ojos se amplió: era un gran salón que podía acomodar a docenas de invitados bailando.
En el medio del salón había una gruesa y lujosa alfombra repleta de colores brillantes. A su alrededor había espacios cubiertos con azulejos de mármol resplandeciente, un piano, esculturas de piedra y otras decoraciones que adornaban el salón. También había columnas de piedra que sostenían el segundo piso con ornamentos incrustados.