—Neveah estaba atónita sin saber qué decir, y apenas quedaba tiempo para contemplaciones o persuasiones.
—¿Cómo podría disuadirlo? —El Rey Jian era el Rey Dragón, tenía el deber de proteger a su pueblo incluso si su vida fuera requerida de él.
—Más allá de su deber, Neveah siempre había sabido cuánto apreciaba el Rey Jian a su gente. Entonces, ¿cómo podría evitar que hiciera exactamente lo que había vivido para hacer?
—Las palabras del Rey Jian eran breves, pero tenían tanto peso, tanta esperanza genuina y tanta promesa que Neveah no estaba segura de qué hacer con su mente y el lío de pensamientos en que se había convertido.
—Así que, cuando una docena de preguntas pasaban por su mente, Neveah solo pudo formular una en palabras.
—¿Te... harás daño?—Neveah finalmente preguntó, dándose cuenta de que la respuesta a esa pregunta era lo más importante para ella en ese momento.