*Agggr.
Jadeó, intentando soportar el dolor que su cuerpo comenzaba a experimentar, se tomó del pecho y se dejó caer de rodillas, mientras gritaba al cielo. Sus ojos se tornaron rojos, derramando sangre como lágrimas, al mismo tiempo que el poder de su aura se hacía más poderosa e inquebrantable.
*Has subido de nivel*
*Has subido de nivel*
*Has subido de nivel*
*Has subido de nivel*
Empapado de sudor y sangre se levantó, respirando con dificultad y cansancio, pero, al poco tiempo de no poder soportarlo más cayó al suelo, completamente noqueado.
∆∆∆
--Señor, señor.
Despertó de un salto, observando a una dama de cabello plateado a la orilla de la cama, mirándolo con una sonrisa tranquila.
--¿Quién eres? --Preguntó con duda, levantando el torso y respirando profundo.
--¿Yo? Soy la hermana de Astra. --Respondió con una sonrisa.
--¿De verdad? Son muy diferentes.
--Sí lo dice por el color de mi cabello, debo decirle que es un mal congénito.
--No solo por eso --Respondió al levantarse de la cama--... Dime ¿Dónde estoy y, qué hago aquí?
Sirvió la copa de plata con el agua del recipiente del mismo material, entregándosela con respeto.
--En los cuartos principales --El joven aceptó la copa, bebiendo--. Y lo que hace aquí, bueno, yo solo sé que mi hermano lo trajo aquí hace dos días, después de encontrarlo desmayado al pie de la puerta principal. --Explicó, tratando de sonar lo más educada posible.
--¿Y tu hermano? ¿Dónde está?
--Resolviendo los problemas con los pobladores de esta aldea. --Dijo, recibiendo la copa. Iba a servir más, pero el joven negó con la cabeza.
--Explicate.
--El día que usted desapareció, algunos aldeanos que trabajaban en el castillo llegaron, pero mi hermano los ahuyentó de inmediato, relatándoles un resumen de lo que había ocurrido y, sobre el cambio de mando. Se asustaron y, se fueron, para luego regresar al anochecer, con exigencias para liberar a la madre de los dos niños que usted metió en las celdas. Mi hermano por supuesto se negó, hiriendo al valiente que lo retó a un duelo, al final decidieron irse, volviendo esta tarde. Lo que sea que querían, no lo sé. --Sonrió al final de la explicación, sin sentimientos por lo sucedido, era como si nada de lo mundano pudiera afectar su estado de ánimo.
--¿Dónde están? --Preguntó al salir de la habitación.
La dama dejó el recipiente en uno de los estantes de madera, siguiendo a pasos veloces a su joven señor.
--En la sala con muchos sofás. --Dijo al no saber el nombre verdadero del salón.
--Guíame.
--Por supuesto, señor.
Fue poco el tiempo que se tardaron para llegar a su destino, notando a un séquito de soldados custodiando la entrada, el joven se sintió extrañado, pues había creído que había matado a todos. Su mirada se agudizó, pero tan pronto en que llegó al campo de visión de esos fieros individuos, lo recibieron con una reverencia y, al acercarse un poco más notó sus delgados cuerpos, solo le bastó de dos segundos para entender que aquellos soldados eran los esclavos anteriormente enjaulados en las celdas.
--Señor. --Saludaron con respeto.
Eliminó su intención asesina, enfocándose en la situación dentro del salón, su mirada analizó los cuerpos de cada uno de los individuos desconocidos, en busca de armas o de intenciones hostiles, sin embargo, por su larga experiencia, se dio cuenta del olor a miedo, impregnado en cada rincón del salón.
--Señor. --Dijo Astra al percatarse de la aparición del joven.
Cada uno de los individuos en la sala volteó, cada uno de ellos experimentando emociones similares, como: confusión, nerviosismo y, hasta temor, sin embargo, hubo un hombre en esa sala que se quedó anormalmente sorprendido al verlo y, esa persona no era nada menos que el padre de Nina, Katzian.
--¿Muchacho? --Dijo sin pensar en un tono bajo.
--Katzian ¿Lo conoces? --Preguntó el hombre a su lado.
--Eso creía.
Astra escuchó a ambos individuos, pero no les prestó demasiada atención.
--Señor --Saludó con su mano extendida en su corazón--. Estos hombres tienen demandas para usted. --Dijo con un tono astuto, uno que comprendió el joven.
--¿Demandas? --Frunció el ceño-- ¿Qué tipo de demandas? --Su voz se engrosó, liberando de su cuerpo su aura de batalla, una que había sido pulida por los años de experiencia en el laberinto y, el poderío de haber consumido esa extraña semilla.
Los lugareños inmediatamente se sintieron asfixiados, el sudor empapó sus espaldas y, el terror apareció en sus ojos, nunca habían sido personas de carácter bélico, todas sus vidas se la habían pasado como sirvientes, entendiendo lo que es estar debajo de alguien, por ello, al enfrentarse a tan bestial opresión, mucho de ellos quisieron arrodillarse y suplicar, cosa que hubieran hecho sino fuera por el hombre que dio un paso al frente y abrazó al joven.
--Sé lo que hiciste --Las lágrimas comenzaron a brotar-- y, no tengo las palabras para agradecerte, mi vida es tuya muchacho, seré tu sirviente, lo que desees que sea. --Había creído que había perdido la oportunidad de agradecerle al joven después de haberse enterado de que su mujer lo había corrido, por lo que, al verlo de tan de cerca, no se aguantó las ganas de decirle lo mucho que apreciaba el acto que hizo.
Astra había sido tomado por sorpresa, él se había preparado para ver al hombre decapitado, sin embargo, lo único que observó fue al joven regresarle el abrazo.
--No pude asesinarlo. --Fue todo lo que pudo decir.
--No te sientas mal, yo sé que los Doce te bendecirán con la oportunidad.
--¿Cómo está ella?
Katzian guardó silencio por un momento, alejándose del cobijo de los brazos del alto joven, dudando si debía responder con la verdad.
--Apenas si come, pero ruego a los Dioses que se recupere, es lo único que deseo.
--Cuando lo haya asesinado, iré a verla. --Dijo con un tono decidido.
Los presentes se sintieron algo confundidos con la situación, pero nadie tenía la valentía para preguntar que era lo que estaba pasando. Después de que el silencio se presentará y la calma reinará el lugar, fue Astra, quién con el comúnmente conocido tosido, hizo que todos volvieran en sí.
--Como había dicho ¿Tienen demandas para mi señor? ¿Sí o no?
--No. --Dijo tímidamente el hombre de más edad del grupo, quién también era el líder de la comunidad.
--Señor. --Le concedió la palabra.
El joven asintió, observando a todos los presentes con seriedad.
--He tomado una decisión y, esa es que, desde hoy, soy el gobernante de estas tierras.
Nadie habló, algunos pudieron intuirlo, otros no, algunos se sintieron en contra, otros satisfechos, sin embargo, nadie se atrevió a revelar sus sentimientos.