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86.2% El código del dinero / Chapter 23: 22 La deuda óptima y la pésima

章 23: 22 La deuda óptima y la pésima

Pero ¿no son todas las deudas malas? Desde luego que no, hay deudas muy buenas, incluso buenísimas, pero son la minoría. La gran mayoría de las deudas son pésimas. Como tu coeficiente de inteligencia financiera se está afinando con la lectura de este libro, estoy seguro de que verás la diferencia en los próximos minutos.

Empecemos por las deudas óptimas, que son aquellas que son pagadas por tus clientes, a través de tu negocio. Es decir, «se pagan solas». Es la llamada deuda de inversión y te proporciona apalancamiento mediante el dinero de otros, por lo general del banco. El uso inteligente de esta deuda puede hacerte rico. Son las deudas de las personas ricas, que las hacen aún más ricas. Debes saber que los ricos tienen tanta o más deuda que los pobres, pero su deuda es óptima.

Y sigamos con las deudas pésimas, que son aquellas que pagas tú, a fondo perdido, pues no hay de donde recuperarse; por eso son pésimas. Estas deudas financian consumo puro. Son las deudas de las personas pobres. En general, financian estilos de vida de rico para personas que no lo son. No compran riqueza, sólo compran la apariencia de la riqueza. Es el dinero más caro del mundo porque proviene del trabajo futuro... ¡llega bajo una montaña de intereses!

Si quieres distinguir entre deuda óptima y deuda pésima, hazte esta sencilla pregunta antes de endeudarte: ¿Quién pagará esta deuda? Si la pagas tú, olvídalo y no firmes. Si la pagarán tus clientes, a través de tu negocio, sonríe y firma. Sin embargo, aprender a utilizar la deuda como una palanca y crear riqueza es una habilidad financiera sofisticada y recomiendo mejor prescindir de la deuda para evitar males mayores.

El elevado índice de endeudamiento, tanto de estados como de particulares, es un síntoma de ignorancia financiera. Y lo que revela es que se compra más que se vende, y se gasta más de lo que se ingresa. Y este comportamiento tiene un final previsible: crisis económica y quiebra financiera.

¿Qué hay de las hipotecas?

Detesto las hipotecas. Duran demasiado tiempo en un mundo de cambios rápidos. Trataré de responder a la pregunta del millón: ¿qué es mejor alquilar o comprar?

De la película Forrest Gump: «No poseas nada si puedes servirte de ello. Alquila incluso tus zapatos, si puedes». Búscala mañana mismo en tu videoclub, es muy instructiva. Los bancos lo saben: venden sus oficinas a inversores y después las alquilan para seguir trabajando en ellas. Las empresas lo saben: venden sus naves y máquinas a la banca en operaciones de leaseback para seguir usándolas. Los profesionales lo saben: consiguen sus bienes de equipo en operaciones de renting financiero para usarlos y cambiarlos cuando lo precisen. ¿Y tú, lo sabes? ¿Aún no ves la ventaja? Pista: si lo posees tendrás que quedártelo y acarrear con ello toda la vida. Si lo alquilas, lo podrás sustituir; o deshacerte de ello, cuando te haga falta.

¿Alquilar o comprar? La elección va por países. En pa��ses con mayor cultura financiera (anglosajones), la proporción entre compra o alquiler se decanta por esta última. Son inteligentes financieramente y lo que ellos saben es:

1. La vivienda propia, cuando es financiada, no es un activo para ti (sí lo es para el banco que la financia, pero para quien paga una hipoteca su casa es un pasivo). Un activo, por definición, pone dinero en tu bolsillo, y un pasivo te lo quita del bolsillo. ¿Puedes entender que endeudarse por la vivienda propia es adquirir un pasivo?

2. La vivienda, financiada o no, no es una inversión, no al menos cuando se compra. Podría serlo cuando se venda (si es que se gana un diferencial). Pero si es para uso propio, que nadie se engañe, es un gasto. Si un día se vende, y se gana un diferencial, será una inversión. En cualquier caso, se sabrá entonces, no antes.

Warren Buffet lo sabe. Es el mayor inversionista del mundo y el segundo hombre más rico del planeta. ¿Invierte en su casa? No, lo hace en negocios. A pesar de su inmensa fortuna, vive en la misma casa del centro de Omaha que adquirió en 1958 por

31.500 dólares. Él sabe que la vivienda no es la inversión de quien vive en ella. El inversionista sabe que se trata de un gasto.

Comprar una vivienda sale caro por los gastos. Una casa no es un activo (es un pasivo con pinta de activo). Cuando compras tu vivienda pierdes en ese momento el

10% del precio de compra (impuestos y gastos relacionados con la compra). Cuando la vendas, tendrás que pagar más impuestos (el 15% de la plusvalía del inmueble o diferencia entre el valor de compra y el de venta). Ya ves que entre comprar y vender se va el 25%, la cuarta parte de su valor, en impuestos, que no se recuperan nunca.

Pero aún hay más, se supone que cuando alguien va a comprar un piso dispone de unos ahorros para una entrada (20% del valor) y para los impuestos (10% del valor).

¿Qué es mejor: comprar tu vivienda hipotecándote y trabajar en un empleo para pagarla o deshacerte de tu empleo, y con el dinero de la entrada y los gastos (30 % del valor de la vivienda) e invertirlo en tu propio negocio y vivir de alquiler? Lo asombroso es que casi todo el mundo hace lo contrario: compra un pasivo y trabaja (para una empresa y un banco) durante toda la vida para poder pagarlo.

Las hipotecas que se firman son de promedio a 30 años, algunas más, algunas menos. Eso significa que durante los primeros diez años la carga de intereses en el recibo mensual es apabullante: ¡el 90 % es para pagar los intereses del banco! Imaginemos que pides una hipoteca de 100.000 euros a 30 años al 5%... los intereses que pagarás serán

93.000 euros, casi duplicas. Si subes el plazo y/o el tipo de interés, casi triplicas. Si echas cálculos, acabas pagando ¡casi tres veces lo que vale tu vivienda! ¿Pagarías el triple por un viaje o por un coche? Creo que no. Entonces. ¿cómo es que —en la mayor compra de tu vida— aceptas casi triplicar el pago? Caray, eso sí es trabajar duro para el banco.

La idea de que hipotecarse en una vivienda es ruinoso puede no encajar con lo que sabes. Pero este es un libro que te revela cómo ganar dinero, no cómo perderlo.

¿Significa lo anterior que comprar la vivienda propia es un error? No si antes has creado un activo que te permita darte el lujo de pagarla al contado. Es decir, cuando ya has ganado el dinero para no hipotecarte. Recuerda, primero creas los flujos y luego te das los lujos. Siempre en este orden, nunca al revés.

Hipotecarse debería ser lo extraordinario, no lo ordinario.

¿Llego tarde? ¿Ya te has hipotecado por 30 años? Veamos qué se puede hacer para pagarla en 15 años. Como imagino que quieres ahorrarte la enorme carga financiera que supone una hipoteca (pagar 2,5 veces el valor de tu vivienda), lo primero que te

aconsejo es que consultes a tu banco qué plan de amortización anticipada firmaste (importe mínimo a anticipar, las comisiones, el máximo anual cancelable…). Una vez tengas esa información, y sepas cuántos cientos de miles de euros te puedes ahorrar, ya tienes una motivación para pasar a la acción: anticipar cuotas con las pagas extras.

Un mal consejero te dirá que no lo hagas, que te perderás la deducción fiscal por la vivienda. Eso es como correr una carrera para ganar el diploma de participación en lugar de correr para ganar la primera medalla. La deducción fiscal es un premio de consolación cuando el mal ya está hecho. Es el chupa-chups que le da el médico al niño, antes de pincharlo, para que no llore. No, la deducción fiscal no es tu objetivo; tu objetivo es que te ahorres cientos de miles de euros en intereses, te puedas retirar cuanto antes y con una buena posición económica.

Me gustaría hablarte de las tarjetas de crédito. Financian gastos irrecuperables que es mejor pagar al contado (viajes, cenas, pantallas de TV planas...), y no inversiones en activos con un retorno. Es decir, crean deuda pésima. Mi sugerencia es no las uses, salvo para emergencias o compras por Internet. No es una buena idea regalarle una a tu hijo adolescente, ¿te parece correcto convertirle en «experto en gastar» antes de que sepa lo que significa ganar?

Lo inteligente es mantener sólo una tarjeta, con todo su saldo disponible, y cancelar el resto de tarjetas (tienen cuotas anuales de mantenimiento bastante caras, caray). Pero lo peor viene ahora: el tipo de interés anual que aplican al pago aplazado ronda el 20%. Ya ves cómo una tarde de compras te puede salir muy cara (entrar en una rueda de dispuestos de tus tarjetas que se amortizarán... ¡meses o años después de la tarde de compras!). De las Escrituras tomo esta cita: «... el que toma prestado es siervo del hombre que hace el préstamo.» (Proverbios 22, 7). Repite conmigo: no quiero trabajar para enriquecer a otros. No, no y no; ni hablar del asunto.


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