No había lugar para más diálogo.
Ante una criatura como un diablo, cualquier intento de comunicación era inútil.
Esta fue la lección impartida por el maestro del muchacho y reiterada por sacerdotes y obispos en la iglesia.
Agachándose para inspeccionar el cadáver segmentado, el diablo se levantó de nuevo, sus ojos carmesíes se fijaron en el muchacho tendido en el suelo, respirando más de lo que exhalaba, y de repente se levantó.
—Ya que has destruido mi cuerpo humano, podría también hacer uso del tuyo. ¡Solo serán unos meses. Cuando termine, te lo devolveré. Dudo que esa despreciable criatura tenga mucho que decir al respecto.
El diablo sonrió con desdén, posicionándose al lado del muchacho, inclinándose para examinar de cerca su rostro.
—No me había dado cuenta antes, pero ahora que miro, naciste con una piel fina.
—Si no fuera por ese tipo vigilándome desde el océano de maná, podría considerar obtener una piel como la tuya para probar.