La tensión se apoderó de los cuatro individuos.—Posicionado sobre las tierras altas, Resarite mantenía el mando como el estratega general.—Cerca de allí, los Gobernadores de Milán y Venecia, inexpertos en el arte de la guerra, solo estaban presentes como espectadores.—Vestida con una armadura de plata resplandeciente, Nora, a lomos de su caballo, sostenía firmemente su lanza.—Los estribos sonaban con cada movimiento, un testimonio de su preparación.—A su lado en el valle, esperando la señal para cargar, estaba el Marqués Rolf.—A diferencia de aquellos impulsados por la cobardía o el miedo, el Marqués era un noble feudal con una aguda perspicacia para los negocios, plenamente consciente de su posición y estatus en el calor de la batalla.—Su corcel blanco, inquieto, raspaba repetidamente el duro suelo con sus cascos, reflejando la propia ansiedad del Marqués.—Él preguntaba frecuentemente a Nora acerca de cuándo atacarían.
—La respuesta de Nora siempre era la misma —dijo ella: