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—¿Cómo se atreven? ¿Quién se cree que es Víctor? Ese miserable lacayo de Natalie —gruñía Briena, barriendo todo de su escritorio en un arranque de rabia—. Natalie… esa perra debe haberle dicho que lo dijera. No soporta verme triunfar.
—Cálmate, Briena —dijo Ana con suavidad—. Nuestro equipo de relaciones públicas está manejándolo.
—¿Y si la compañía de producción decide no contratarme más? —La expresión de Briena cambió a preocupación—. Aún no hemos firmado el contrato.
—No van a retirarse. No hemos recibido ninguna indicación de eso, lo que significa que no les preocupa esto —Ana la tranquilizó—. Saben que eres perfecta para el papel. Si Víctor no quiere trabajar con ellos, peor para él.
—Briena apretó los dientes—. Una vez que me convierta en una estrella global después de esta película, me aseguraré de que Víctor y esa perra Silvia nunca consigan más trabajo. Se arrepentirán de esto. Me rogarán que trabaje con ellos.