Un silencio profundo e inquietante cayó sobre la zona. La prematura muerte de Revan, a pesar de haber sido enviado como mensajero durante las negociaciones, causó conmoción entre los presentes. El acto de matar a un mensajero involucrado en discusiones diplomáticas era una flagrante violación a las reglas de la guerra, una que acarreaba graves consecuencias.
La gravedad de esta transgresión no se le escapó a nadie presente. Eliminar a un mensajero que había llegado con intenciones de negociación era un crimen con implicancias significativas.
—¡¿Cómo se atreve?! —gritó el rey—. ¡Ese sucio bárbaro! ¿¡Cómo se atreve a matar a mi soldado más leal?!
—¿Quién lo mató? ¿Qué sucedió? —preguntó Joanis.
—... No lo sabemos, señor, ni siquiera los mensajeros que fueron con él vieron qué había pasado. Fue demasiado rápido. —respondió uno de los hombres.