Escuchando un crujido de ramita no muy lejos de donde ella estaba, Isabelle no giró la cabeza, sino que se mantuvo de pie donde se había detenido. Agachándose, colocó la linterna que había apagado, permitiendo que la oscuridad envolviese su entorno.
No se movió durante mucho tiempo hasta que oyó que alguien corría hacia ella. La bruja negra se había transformado a su apariencia natural, cambiando la piel humana que la adornaba por la piel escamosa y dura que asustaría a un humano. Le abrió la boca, pero Isabelle movió las manos y las piernas con agilidad para patear el estómago de la bruja negra y luego arrojar a la persona hasta un árbol a su lado. Con un golpe, la bruja negra se cayó, pero cosas como esas eran tan insignificantes que no les hacían daño a las brujas negras.