La conversación que tuve con Juliana se me cruzó por la cabeza e incluso la de Kwan. De alguna manera, no me sentí molesto o mal por la noticia, al contrario, creo que me alegró. Lo que me fue algo chocante es que, algo me dice que ella no quería decirme por miedo a que no lo aceptara. Supongo que aún duda de mi y con razón. Tiempo atrás, hubiera maldecido lo más probable, pero las cosas han cambiado mucho. Ella es mi mujer, ¿Y qué hay de malo en tener una familia con ella? No estaba en mis planes por ahora, pero supongo que es algo a lo que nadie está preparado del todo nunca.
—Tenías miedo de mi, ¿Cierto?
—John, yo…
—No estoy molesto y tampoco voy a pedirte que te saques a mi hijo. Al final de cuentas, eres mi mujer y ese bebé que estás esperando es mío. Estuvimos teniendo sexo sin protegernos, era de esperarse. Mucho habías tardado en darme la noticia.
—¿Realmente no estás molesto?
Reí y la miré.
—Lo que estoy es herido, porque mi mujer no se atrevió a darme esta noticia antes, porque no confiaba en mi.
—Tenía miedo, John. Tú dijiste que odiabas a los bebés.
—Lo sé, y no te culpo. Incluso a veces yo mismo tengo miedo de mi— le agarré el brazo y la jalé hacia mí —. Escúchame, realmente estoy feliz de enterarme de esto. Eres mi mujer, y es el segundo hijo que hacemos. Ya supe que el primero no se dio, pero supongo que fue porque no era el momento. Ahora estamos estable, somos una pareja, hemos pasado mucho juntos y estamos aquí, así que es razón suficiente para que nos esforcemos más a que está relación funcione. Siento un nudo en mi garganta, así que me disculpo por estar hablando como un tecato o un drogadicto, pero no sé porqué me está pasando esto en este momento. No pensé recibir una noticia así nunca. No puedo negar que me invadió algo de miedo, pero no es por la noticia como tal, más bien es por la vida que llevo. Tengo algo de temor de que les pase algo. Hasta esta mañana estuve pensando en regresar a la vida de antes, en regresar al negocio y arreglar las cosas, pero ahora me niego. No voy a exponerlos a que les pase algo. Ya estoy viejo para andar en esas pendejadas. Creo que este es el momento de anunciar mi retirada.
—¿Tu retirada?
—Sí, retirarme por completo del negocio. ¿Qué tipo de padre sería si le doy este ejemplo a mi hijo? No podría ni mirarlo a la cara. No quiero que tenga el mismo futuro que yo, no quiero que pase lo que yo pasé. Quiero que tenga una vida normal, lo que yo no pude tener. Ya estoy viejo para esto. Creo que lo mejor será aprovechar esta oportunidad y dedicarme a mi familia; a ti y a mi hijo. Ustedes son lo único que tengo y no quiero perderlos por nada del mundo. Casi te pierdo una vez, y me odié como tienes idea, pero eso no va a volver a suceder. Las cosas se pondrán peor, pero haré todo para que ustedes estén bien.
Al mirarla vi que hizo cucharita, y su rostro se llenó de lágrimas.
—No estés llorando, ¿Qué haces?
—Perdóname por no confiar en ti, John — rechinó dientes y me abrazó.
—¿Qué te dije sobre esto? — al escucharla atacada en llanto, correspondí su abrazo—. Ya, cosita, no andes llorando, ¿Un bebé no es para estar feliz?
Escucharla en llanto, hizo que ese nudo en mi garganta incrementara. Este no es el momento de llorar, no dejes que la llorona te contagie, John.
—Te juro que voy a tratar de hacer las cosas como corresponde. Les daré una mejor vida a los dos, una donde no tengamos que estar huyendo, ¿Está bien?
—Te amo tanto, John.
—Yo los amo a los dos— apreté su cabeza contra mi pecho—. Veamos si es un pequeño John o una pequeña Daisy.
—¿Ya estás pensando en eso? — sonrió.
—Sí, es normal, creo. ¿Puedo saludarlo? — Daisy retrocedió y me miró.
Hablando de arrodillarme y aquí estoy, pero no sé siente mal estar aquí abajo, mientras sea por ellas dos. Acerqué mi dedo pulgar y toqué su barriga.
—¿Qué estás haciendo, John?
—¿Cómo sé si está despierto o no?
Daisy soltó una carcajada.
—¿Y tú de qué te ríes?
—Lo siento. Eres tan inocente y tierno, que no puedo evitarlo.
—¿Vas a continuar riendo? — me levanté y puse mi mano en su mentón, a lo que su risa se pasmó.
—No te agites, John.
—¿Y quién dijo que estoy agitado, topito? — la besé en la frente—. Gracias por haberme dicho esto y por esta bendición, que aunque estoy conciente que no la merecía, estoy muy orgulloso y feliz de saber que voy a tener un hijo contigo; y de que todas esas descargas maravillosas que hemos tenido durante este mes, una parte de mi está creciendo aquí dentro — acaricié su barriga y la otra mano la llevé a su mejilla.
La acaricié suavemente y ella cerró sus ojos, no pude evitar acercarme y besarla. Entrelacé mi mano en su pelo para profundizar el beso. Una especie de hormigueo sentía en mi pecho. Creo que a eso se le llama felicidad, ¿No?