—¿Qué hace Kwan aquí?— preguntó Daisy.
—Eso quisiera saber. No voy a ninguna parte, voy a salir a enfrentarlo.
—No puedes salir, John, él quiere matarte.
—Yo no le tengo miedo a nadie.
—No dejaré que te hagan nada, yo saldré.
—Tú no vas a ninguna parte.
—Puedo hablar con él y tratar de calmar las cosas.
—¿Calmar las cosas con un hombre que viene a cazarme? Que buen chiste—Daisy se acercó a la puerta y le agarré el brazo—. Te controlas, Daisy. ¿¡Vas a cometer otra necedad!? — pregunté molesto.
—Cálmate, John. Todo estará bien, solo suéltame.
—No, te vas a quedar aquí. Yo seré quién salga a enfrentarlo.
—¡Kwan! — gritó Daisy.
—¡Cállate la boca!
—¿Panterita?
—Voy a salir con John. ¡No dispares, por favor!
—Esta bien, salgan.
Salimos los tres y Kwan se nos quedó viendo.
—¿Escudándote detrás de una mujer, Alma?
—¿A qué se debe esto, Kwan? — preguntó Daisy —. ¿Por qué estás aquí?
—Panterita, me siento aliviado de verte —la abrazó y la jalé por el brazo hacia mí.
—¿Quieres morirte, cabrón?
—¿Y desdé cuando tan sobreprotector con mi panterita? ¿No eres tú quien la abandonó ese día? — sonrió.
—Ya dejen de pelear. ¿Esto qué significa, Kwan?
—Pensé que te habían matado. ¿Cómo es que estás aquí, panterita?
—Casi me matan, pero aquí estoy.
Como se nota que este imbécil se la come con la mirada, es irritante ver como ella también le sigue la corriente.
—¿Me estás declarando la guerra, Kwan? Veo que acabaste con nuestra tregua. Fuiste tú quien atacó mi casa, ¿No es así?
—Sí, fui yo. No fue tan difícil encontrarte como pensé, caíste muy fácil. Agradece que no fueron los Roberts, o estarías hecho polvo ahora mismo.
—No discutan más, por favor.
—No voy a discutir porque estás aquí. Yo que planeaba vengarte, pero estoy feliz de saber que estás bien. Al menos Alma sirvió para algo. Si te llegaba a pasar algo, ahora mismo lo hubiera enviado contigo.
—Como si fuera a permitirlo. Estás soñando demasiado, Kwan. Si ahora mismo me tienes así, es porque está ella, o de lo contrario ya no estarías respirando.
—¿Puedes irte, Kwan? No compliques más las cosas.
—Lo haré por ti, panterita. Debes cuidarte al estar al lado de este, y más ahora que se lo van a quebrar muy pronto, y no hablo solo de mi. Mis brazos estarán abiertos para ti, si un día deseas huir y dejarlo — sonrió—. Siento mucho haberte dejado sin empleados, creo que deberás contratar más— le hizo un guiño a Daisy y se giró—. Vámonos, muchachos, no hay nada que hacer aquí— se fue con sus hombres.
Me giré para entrar a la casa.
—John.
—Déjame solo, Daisy.
Caminé dentro de la casa y fui al estudio, me serví un trago y me senté en la silla del escritorio. Tengo que organizarme, me estoy descuidando demasiado. Si sigo como voy, me van a terminar matando. Debo prepararme, porque la guerra que se aproxima, no sé si logre salir vivo de ella.
—John— Daisy tocó la puerta.
—Quiero estar solo.
—Sé que estás molesto conmigo, por eso quiero que solucionemos las cosas— cuando estoy así, me gusta estar solo. Puedo lastimarla y no quiero.
—Vete, tengo cosas que hacer.
—No quiero que las cosas entre nosotros estén así, por favor.
—Entra— me levanté de la silla y ella entró—. ¿Quieres un trago?
—No puedo tomar por las medicinas, John.
—Lo olvidaba. ¿Cómo deseas arreglar las cosas? ¿Tienes alguna buena idea?
—No me trates así, si le hablé con confianza es porque no quería que te hicieran nada.
—¿Te crees que soy un novato en esto, o qué? Siempre resuelvo mis asuntos solo, no me hace falta tu ayuda para nada. Planeabas arriesgarte por segunda vez, y te confiaste demasiado de él. ¿Qué hubiera ocurrido si a él no le importaras, y al salir te hubiera matado? Como se ve que no te importa tu vida.
—Me importas tú, John.
—No necesito que me cuides como si fuera un maldito niño, no sé si te has dado cuenta, pero no lo soy. Lo que ibas hacer, era una puta necedad.
—Lo siento, John. ¿Podríamos olvidar esto y estar tranquilos?
—Te pedí que quería estar solo, necesitaba mi espacio y quisiste aún así entrar. ¿Por qué te quejas ahora?
—¿Lo que tienes son celos, John?
—¿De qué estás hablando?
—Me pareció que lo que tenías ahí fuera eran celos — se acercó y sonrió.
—Estás mal. ¿Por qué voy a sentir eso?
—No lo sé, tú dime— llevó sus manos a mi torso y lo acarició—. Si eso es lo que tienes, déjame decirte que solo me gustas tú; eres el único hombre que puedo ver y que existe para mí.
—¿Estás provocándome, cosita?
—Sí, quiero que te des cuenta de que solo te amo a ti, que no me interesa nadie más— bajó su otra mano a mi pantalón y apretó mi pene—. ¿Así me comprendes o todavía no, John?
—Estás sacando las garras, cosita.
—¿Está mal desearte ahora? — sonrió.
—Que buena estrategia la tuya.