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85.05% Alma Negra / Chapter 165: 165

章 165: 165

John

La llevé al baño y le quité parte de la camisa que tenía, besando su cuello y su hombro.

—Detente, John.

—¿Vas a seguir negándote?

—Sí, ya te dije que no quiero hacer esto.

—Ya no te enojes, arreglemos nuestras diferencias como normalmente hacemos. Ya dejemos la pelea entre los dos. Hagamos un esfuerzo para arreglar esto, cosita— acerqué mi frente a la de ella—. ¿Me amas?

—Ya no me pongas esa cara de Sam Sam.

—¿Ya estás cayendo en mi encanto? — reí.

—Es que de verdad eres un presumido.

—Pero me amas así, ¿No?

—No sé— desvió la mirada.

—¿Estás dudando? Haré que te quede claro entonces— traté de besarla, y puso su mano en mi boca.

—Te dije que no me vas a besar a mi, luego de haber besado a otra.

—Que complicada eres.

—Nos bañaremos juntos, pero no haremos nada más— se quitó la camisa, y sonrió.

—Estás jugando conmigo, ¿Cierto? ¿Este es tu castigo? Eres muy cruel.

—Nadie te manda a buscar a otra mujer, eres un descarado.

—Está bien, voy a desnudarme y me tocaré viendo tu cuerpo desnudo, peor es nada.

—¡Eres un pervertido!

—Hay que sacar algo positivo del castigo, no todo puede ser malo— me quité el traje, y ella protestó.

—No es justo.

—Lo que no es justo es que me dejes así solo por celos. Yo también los tuve y los tengo, aún así, tengo deseos de hacértelo.

—Está bien— se bajó el pantalón, y volvió a subirlo.

—¿Ahora qué pasó?

—No podré bañarme contigo— al ver que bajó la cabeza, imaginé lo que quiso decir con eso.

—¿Tus días? Con razón estás de buen humor.

—¡No es gracioso!

—Yo no tengo problema con eso, estoy acostumbrado a ver sangre casi todos los días. No tienes que avergonzarte, mocosa.

—No te atrevas a decir nada más.

—No tienes que ponerte nerviosa, ni avergonzarte por eso. Recuerdo cuando estabas en el borde del edificio y tú pantalon estaba manchado, como olvidar esos tiempos— reí.

—¿Cómo te atreves a burlarte?

—No me estoy burlando de ti.

—Lo estás haciendo.

—Déjame hacerte un oral— solté para ver su reacción.

—Vete a la mierda, John. ¡Eres un cerdo!

—¿Cuál es el problema? Dicen que la mujer está más sensitiva, y con más apetito que nunca durante esos días.

—Ya no más— hasta sus orejas estaban rojas.

No entiendo el problema, es solo sangre, ¿No?

—Tengo que irme de aquí, no tengo toallas.

—En el Hotel deben tener. Quédate aquí, iré a buscarte unas.

—¿Realmente las hay?

—Claro, y condones también. Puedo traer unos cuantos, si no deseas que lo haga sin el por vergüenza.

—¡Ya detente!

—Lo siento, no quería hacerte sentir incómoda. Ya ríete, no es como que sea algo malo— acaricié su cabeza, y sonreí—. Ya regreso, espérame aquí — me puse el traje, y salí de la habitación.

Las mujeres son muy complicadas. No entiendo porque se sienten tan incómodas por eso. Todas pasan por esos días. ¿Será que soy yo el bicho raro?

Fui a la recepción, y al preguntar por eso, me miró raro.

—Sí, señor. ¿Qué tamaño las quiere?

—No son para mi, obviamente no lo sé. Dame las que tenga— esto sí es incómodo.

Luego de que me las dio, fui a subir al ascensor, cuando en el pasillo vi a lo lejos a la mujer que traje, y estaba hablando con un hombre en gabán. Se veía muy sospechoso. El hombre miró hacia mí dirección y me giré, para meterme en el ascensor. Tengo que sacar a Daisy de aquí.

Fui a la habitación a donde estaba Daisy.

—Ponte esto rápido, tenemos visita.

—¿Visita?

—Hay que salir de aquí volando.

Daisy usó el baño, y salió rápido.

—No tengo mi arma, dejé el rifle en la camioneta— añadió.

—No te preocupes, usaremos la camioneta donde viniste. Estaremos bien, preciosa— le agarré la mano, y corrimos por el pasillo.

Entramos al ascensor y dejé mi mano metida en el traje, y acorralé a Daisy a una esquina. No sabemos si haya gente ahí abajo esperando por nosotros.

—Estás muy cerca— comentó mirándome fijamente.

—¿Y no te gusta?

—No es eso.

—¿Entonces?

—Normalmente no haces esto.

—Pues lo haré más seguido— la puerta del ascensor se abrió y me asomé, pero no vi a nadie sospechoso—. Baja la cabeza, cielo.

Daisy bajó la cabeza y caminamos cabizbajos. Salimos del Hotel y no vi a nadie. Caminamos a la camioneta donde vino, y ella la abrió.

—Yo manejo— me pasó las llaves, y se subió.

Al encender el auto, vi a dos hombres salir del Hotel y, al vernos, corrieron hacia nuestra dirección, a lo que aceleré.

—¿Quiénes son ellos? — preguntó.

—No lo sé, fíjate que no tuve tiempo de preguntarles, amor.

—Gracioso.

—Que maldita peste, debiste dejar esa cabeza en otra parte.

—Yo te dije que la traje, pero se te ocurrió la brillante idea de usar esta camioneta.

—Debes tirarlo por la ventana, no soporto la peste.

—Nos están siguiendo— me avisó, y miré por el retrovisor; efectivamente nos estaban siguiendo.

Estaba ya por la autopista, así que me aproximé a salir en la salida que conozco, más adelante me encontraré con una calle poco transitada en la cual podré deshacerme de esa gente.

—Más adelante hay una calle poco transitada, vamos a encargarnos de ellos ahí. Toma mi arma.

—No soy buena con una corta, John.

—Olvidaba que a mi mujer le gustan las largas.

—Se notó el doble sentido en ese comentario— ambos reímos.

Manejé hasta llegar a la calle Polivar, y Daisy agarró el rifle del asiento trasero, y eso mismo le miré mientras lo hacía.

—Vas a provocar un accidente con semejante distracción, mujer.

—De lo que te perdiste por andar buscando a zorras feas y sin trasero— bajó el cristal y se asomó por el, pude respirar mejor del olor desagradable que había.

Fui disminuyendo la velocidad, quería que se acercaran a nosotros.

Mientras miraba por el retrovisor, vi que salió uno de ellos por el cristal del auto y le agarré el brazo a Daisy para meterla de vuelta. No dudaron en dispararle a la camioneta, y el cristal trasero lo rompieron.

—¡Malditos hijos de puta!— gritó Daisy.

—Prepárate, ahora es el momento de darles a ellos. Sujétate, Daisy.

Me puse el cinturón y me cambié al carril contrario, antes de frenar de golpe. Ellos trataron de frenar, pero antes de hacerlo, se fueron un poco más adelante de nosotros.

Daisy le disparó a la goma trasera y logró darle, el sonido del frenazo y el humo, no tardó en aparecer. Aceleré para alcanzarlos e impactarlos por el costado izquierdo, y sacarlos fuera de la vía, pero Daisy se asomó de vuelta y le disparó al chófer.

La camioneta se detuvo, así que no me vi en la obligación de continuar. Me detuve y ambos nos bajamos a la vez, nos acercamos a la camioneta de ellos, y el pasajero aún estaba moviéndose, así que le abrí la puerta y le disparé en la cabeza.

Daisy estaba por el otro lado, cuando vi que en el asiento trasero había alguien más.

—¡Daisy!— le avisé, mientras abría la puerta trasera y le disparé en la espalda, antes de que pudiera bajarse.

—Gracias por avisarme, cariño.

—Hiciste un buen trabajo, linda.

—Eso fue increíble, ¿Cierto? — rio, y me le quedé viendo.

Se ve mucho más linda cuando ríe así. ¿Es normal sentir ese hormigueo en el pecho al tenerla cerca?

—¿Por qué me miras así, John?

—¿Así cómo?

—Tan concentrado.

—Te amo, Daisy, realmente lo hago.

—¿A qué viene esa expresión?— se acercó.

—Perdóname por ser tan idiota y no comprenderte, realmente lo trato, pero es muy difícil.

—Lo sé, sé que lo haces.

Cruzamos miradas y nos quedamos en silencio por unos segundos; luego tiramos el arma a la vez al suelo y nos dejamos llevar por esa conexión e impulso del momento. Nos besamos y la subí en mis brazos para pegarla a la camioneta; es como si hubiera pasado algo de tiempo desde que nos besamos así. Ese deseo que siento por ella no ha cambiado ni un poco y, creo que con el pasar de los años tampoco lo hará.


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