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57.21% Alma Negra / Chapter 111: 111

章 111: 111

Un mes después:

Ha pasado un mes desde que llegamos a Chicago. Todo lo que hemos hecho es disfrutar con Mia y entrenar diariamente. Daisy ha mejorado mucho; aunque su puntería no es la mejor, ha aprendido bastante. En combate cuerpo a cuerpo, es donde he notado que ha mejorado grandemente. A pesar de su estatura y su peso, da unas patadas, que me han dejado asombrado. Creo que ha válido la pena enseñarle otra vez. Su determinación es lo que ha hecho que ella se esfuerce en aprender de todo. En realidad, nos hemos divertido mucho durante los entrenamientos, no han sido como los de antes.

Por otro lado, Mia cada día está más hermosa. Eso sí, duerme mucho. Eso es lo que nos ha ayudado a poder entrenar sin preocuparnos tanto. Ella se queda tranquila, hasta que busca alimentarse. No veo el momento en que esté más grande.

—Lo has hecho muy bien; un poco más y te conviertes en Bruce Lee, versión mujer.

Daisy rio.

—Ahora si puedo vengarme por esos golpes que me dabas antes.

—Para eso te falta todavía, linda.

—¿Estás retándome? Tengamos un combate los dos ahora.

—¿Alguien quiere salir herida?

—Venga con mamá, guapo— me hizo un guiño.

—Señor, tenemos noticias de Kwan— me informó Alfred.

—Habla.

—El contacto informó que lo vio llegar al aeropuerto de Chicago. Es mucha coincidencia. No dude que lo más probable venga para acá.

—Él no vendrá, a no ser que sepa dónde estamos. Ya escuchaste, linda. Parece que tendremos que movernos otra vez. Muy bien, alistamos a Mia y te la llevarás contigo, Alfred.

—¿Qué quiere decir, señor?

—Que te vas a encargar de cuidar a mi hija con tu vida, mientras nosotros nos encargamos de ese tipo.

—¿No se están arriesgando demasiado? Mia los necesita.

—Tenemos ventaja. Ya sabemos que viene hacia nosotros. No perdamos más tiempo. Te llevarás a la niña a la casa de seguridad que acordamos. La mochila y el auto están preparados. Falta preparar a la niña y hablar con los hombres. Muévete.

—Sí, señor.

—Parece que la acción ya viene. Será mejor prepararnos. No creo que esta vez se detenga porque tú le digas.

—¿Y qué haremos?

—Acabar con uno de nuestros problemas. Ese tipo debe tener alguna manera de rastrearnos. No es la primera vez que nos encuentra tan fácilmente. No dudo que quien haya puesto la bomba en el auto, haya sido él.

—¿Tú crees?

—Princesa, Kwan es un enemigo. Que te hayas hecho amiga de él, no significa que eso lo va a detener para matarme. Ve a prepararte. Saldremos de esta casa.

—¿Salir?

—Claro, tendremos una cita afuera, muñeca. En un lugar donde estemos cómodos, al aire libre, y llamemos mucho la atención; y así ellos nos hagan compañía. ¿Qué te parece?

—Me parece buena idea, John.

—Ese es mi Bruce Lee.

—Tonto— rio —. Quiero que la niña esté bien protegida, John. No quiero que nada le pase.

—Tranquila. Ella estará bien. No dejaré que nada le pase. Hay que sacarla cuanto antes, no quiero que vayan a sorprendernos antes de tiempo. Ve con la niña, y vístete hermosa como siempre. Haz de cuenta que iremos a cenar a un restaurante lujoso y luego iremos al Hotel.

—Eres un pervertido—rio.

—Sí, hace tiempo no hacemos nada— le hice un guiño.

Daisy se fue con la niña y fui a buscar a los hombres. Debo buscar un lugar a donde llevarlos. Ellos mismos vendrán a nosotros y los tomaremos por sorpresa. Estoy algo nervioso por llevar a Daisy conmigo, pero quiero hacerlo por si acaso. Me sentiré mejor si está conmigo, que dejarla sola con la niña. Si algo sale mal, quiero que ella esté y poder verla hasta el final; además de que, hay una probabilidad de que Kwan no le quiera hacer nada a Daisy.

Daisy

—Todo estará bien, princesa. Mamá y papá se encargarán de esa gente mala que nos quiere hacer daño y regresaremos contigo. Espera por nosotros y sé una buena niña, princesa. Te amamos mucho, no lo olvides—le di un beso en la frente, y ella siguió dormida.

Me cambié de ropa y me puse un traje rojo. Me maquillé lo más que pude, y en la gaveta encontré una cuchilla, la metí dentro de mi ropa interior, de una forma donde no se notara. Me puede servir para defenderme.

El que me preocupa es John; aunque sé que sabe lo que hace, me da miedo que algo malo le suceda, pero tengo mostrarme positiva. No quiero que se preocupe también. Mis manos estaban temblando, pero no era momento de estar así.

Preparé a la niña y se la entregué a Alfred. Al rato, John subió a cambiarse también y a despedirse de Mia.

—Toma— extendió su mano con un arma—. Este angelito te lo iba a entregar más adelante, pero creo que esta oportunidad es la indicada. Sabes que te la van a quitar, pero luego vas a recuperarla. Debes llamar la atención con ella.

—¿Qué quieres decir?

—Que vamos a fingir tratar de huir de ellos, pero al final, nos dejaremos atrapar.

—¿Dejarnos atrapar?

—Claro, si no hacemos una escena, van a saber que veníamos planeando esto.

—Pero ¿por qué dejarnos atrapar? ¿No nos estaríamos arriesgando demasiado?

—Muñeca, Kwan no te hará nada. La debilidad de él son las mujeres como tú. No va a querer hacerte a ti nada, es a mi a quien quiere.

—Si viene, aún sabiendo que estoy contigo, es porque quiere hacernos daño a los dos.

—Te sorprendería lo que un hombre sería capaz de hacer por una mujer. Piensa en eso—me hizo un guiño, como si estuviera tratando de decirme algo con eso.

Agarré el arma y la metí en mi cartera 

—Vámonos— se acomodó el arma en su pantalón.

Salimos en su auto y Alfred ya se había ido con la niña. John manejó despacio y me pidió que disimulara, que no mirara por la ventana y que hiciera de cuenta que era una salida normal en pareja. Estuvimos dando vueltas en el auto, hasta que se detuvo en un restaurante. Cenamos los dos tranquilamente, como si nada estuviera pasando.

Estuvimos una hora exacta, y luego nos fuimos a otro lugar. John se veía concentrado en el camino y yo no quise decir una sola palabra.

Solo espero que Kwan no nos haga nada. No creo que haya forma de convencerlo está vez.

El teléfono de John sonó y él respondió. En segundos colgó la llamada y me miró.

—Vamos a virar a la casa, al parecer ya están allá.

—¿Cómo lo sabes?

—Uno de mis hombres acaba de avisarme que atacaron la casa, y logró huir con dos más. Supongo que si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma va a la montaña. Si llegamos a la casa, y están aún ahí, no sospecharan que ya sabemos. Ahora relájate y sé buena cuando lleguemos, ¿De acuerdo, cosita?

Solo seremos él y yo. Él se ve muy tranquilo, o eso está tratando de mostrarme.


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