Una semana después:
No quise perder más tiempo e hice los preparativos para nuestra boda. Lo bueno de Londres es que, no se necesita mucho para poder casarse a lo civil. Decidimos que fuera así, ya que solo somos nosotros dos y las dos personas que le pagué para que fueran los testigos.
—De qué color debería ponerme el traje, ¿rojo o blanco?
—Si te pones uno rojo terminaremos consumando el matrimonio allí mismo. Además, si te pones el blanco vas a terminar incendiada, porque de pura no tienes nada. Deberías ponerte uno negro, ya sabes, para prevenir— reí.
—Acabo de decidirme por el rojo entonces.
—Entonces ¿para qué rayos me preguntas si vas a decidir por tu cuenta?
—Porque sé lo caliente que te pones cuando me ves vestida de rojo. Además, si me pongo el de blanco me arriesgo a que si me tocas, te quemes también junto conmigo, y el negro parecería que estoy de luto.
—Lo estarás mañana, yo seré quién le entierre el muerto a la viuda.
Daisy rio.
—Eres un pervertido barato.
—Pero como te gusta este pervertido barato, ¿Eh?— la encaré y me miró fijamente.
—Deberías llevarme a comprar lo que necesito. La boda es mañana.
—Vete en ropa interior.
—¿Realmente quieres que me vean? Yo con gusto me voy en una lencería fina y blanca, a mostrarle a todos lo que vas a comerte— sonrío maliciosa.
—Ese comentario no me agradó del todo.
—Fuiste tú quien empezó. Ahora estamos empate— me hizo un guiño y caminó al auto.
Lo único malo de tener buena imaginación es que, ahora me la estoy imaginando vestida como aquella noche.
La llevé al centro comercial y ella quiso entrar a la tienda sola, así que la esperé afuera.
—Quiero ver qué hay en la bolsa — le dije.
—No, te controlas — frunció el ceño.
—Que fea te ves frunciendo el ceño. Sonríe, mujer— le puse el dedo pulgar en la frente y ella lo agarró con la otra mano para llevarlo a su boca y lo mordió—. Que salvaje eres. Eso es maltrato.
—Feo eres tú— me enseñó la lengua y siguió caminando.
—Eres una atrevida. Voy a morderte una teta como vuelvas a morderme— hablé un poco alto, pues ella estaba más al frente que yo, y unas personas me escucharon y me miraron raro.
Daisy se detuvo y rio.
—Deberías ver tu cara en este momento. Pareces un tomate, John.
—¿Vas a seguir burlándote? — le agarré el brazo y la hice caminar conmigo.
—No tienes que enojarte tanto. Deberías divertirte, en vez de estar tan serio y enojón.
—Sigue hablando, mocosa.
Al llegar al auto, abrí la puerta trasera y la hice recostar.
—¿Piensas hacer algo aquí? Nos van a ver.
—Este es mi auto, y dentro de el hago lo que quiera — le quité la parte superior de la blusa de un jalón y mordí su seno.
—John— gimió —, eso fue increíble.
Me sorprendió su reacción. Pensé que le dolería o se quejaría, pero no fue así. Ese gemido fue muy sexy.
—¿Qué dijiste?
—Nunca lo habías hecho tan duro, pero extrañamente se siente bien.
—Eso es trampa. Se supone que haya sido un castigo— me acerqué a su cuello y antes de morderlo, lo besé.
—¿Te crees vampiro hoy, John?
—Sí, estás tan rica que quiero comerte. Estás muy apetitosa, ¿Lo sabías?
—Estás muy directo. Ojalá fueras así siempre. Muérdeme un poquito más— bajó un poco más el manguillo de la blusa y pude ver completamente debajo de ella.
—Maldita seas, mocosa.
—Algo me dice que ya se te fue el enojo— sonrió con picardía y extendió sus brazos—. ¿No querías comerme? Aquí me tienes. Ven conmigo.
Está mujer ha aprendido mucho. Solamente mostrando esa expresión, ya estoy como un idiota siguiendo órdenes. Me estoy dejando controlar por una mocosa, que es hasta menor que yo. Está usando sus encantos, para controlarme y lo está logrando.
Acaricié sus labios con mi pulgar y la encaré.
—¿Tanto me deseas, pequeña?
—Sí, lo hago.
Joder, el golpe bajo de siempre. Lamí sus labios y luego la besé, ella abrió sus piernas para que me acomodara entre ellas.
—Eres un peligro. Tienes suerte que tienes ese pantalón puesto, o la cosa se iba a calentar más. Te iba atravesar a la velocidad de una bala.
Daisy rio.
—Me gusta tenerte así. Eres tan lindo, John— acarició mi mejilla y sonrió.
—Ya sé por dónde va la cosa. Ni lo intentes — busqué quitarme de encima de ella y se aferró de mi cuerpo con sus piernas.
—Te has dejado atrapar muy rápido, muñeco.
Caí en la trampa como un pendejo y no pensé en eso porque estaba distraído.
—Tienes un cuerpo bien formadito, unos brazos fuertes y grandes—los apretó fuertemente—, un cuello muy sensible y tentador — subió sus manos a mi cuello y con su pulgar lo acarició—, unos labios bien suaves y dulces— rozó su dedo en mis labios—, una carita linda y unos ojazos muy sexys— acarició mi mejilla—. Me encantas, John.
Desvié la mirada y carraspeé.
—Que bueno, ¿Terminaste?
—Que frio es mi prometido. Al menos mírame cuando dices eso — rio, y apretó más sus piernas.
—Para esto si tienes fuerza, ¿Eh?— presioné mi erección en su parte baja y ella esbozó una sonrisa.
—Ese es mi hombre— me besó, y luego cruzamos miradas.
Esa expresión que hace luego de besarnos es tan linda, que no puedo dejar de mirarla.