La herida en el brazo de Ardivan era muy profunda. Parecía haber cortado un vaso, y no uno menor. La sangre brotó de ella y los músculos de su brazo sufrieron espasmos, incapaces de aferrarse a la fuerza que todavía tenía.
Enfrentarse a tres Asesinos Elfos Oscuros de La Mano de la Muerte era una tarea difícil para él, incluso en su mejor momento, lo cual lo dificultaba sin el uso de un brazo.
Ardivan ya había decidido luchar hasta la muerte cuando los tres se le acercaron.
—Ya he matado a uno. Cubrí mis pérdidas. ¡A partir de ahora, los que mate son extras!
Decidió darlo todo, atacando brutalmente sin preocuparse por sus heridas. Los Asesinos Elfos Oscuros, asustados por su forma salvaje de luchar, intercambiaron unos pocos golpes antes de que uno de ellos lograra atravesar la cintura de Ardivan. Pero el Asesino Elfo Oscuro no salió ileso. La daga de Ardivan se clavó profundamente en su brazo.