Eve
La mueca de dolor en sus ojos era innegable esta vez, pero pasó rápidamente. La disimuló con celeridad, su agarre en mi mentón se estrechaba apenas más fuerte. Su aliento era cálido y agitado contra mi piel, el aire entre nosotros cargado de palabras no dichas y tensión irresuelta.
—¿Así que esa es la razón? —dijo, su voz ahora más baja, pero no menos intensa—. ¿Crees que no sé de lo que eres capaz? —Se inclinó más, su rostro a solo centímetros del mío—. Lo veo, Ellen. Lo veo cada vez que te enfrentas a mí, cada vez que me desafías. Pero no confundas mi necesidad de protegerte con una falta de respeto. El mundo es cruel, y si te lastimas— —Su voz se quebró por una fracción de segundo antes de recomponerse—. Da--- Rojo, ¿no ves? No puedo perderte.