—¿Estás bien? —preguntó Zein a Naomi, que se ponía cada vez más pálida a medida que avanzaban hacia la zona roja.
Lo que ella vio desde la entrada eran los robustos seres y trabajadores. Pero adentrándose más, comenzaron a ver a los civiles más débiles. Y a los niños. Niños escuálidos andaban en una condición desgarradora: vestimenta delgada, algunos descalzos y sucios, muchos tenían rostros que no pertenecían a niños.
No miraban a los tres extraños con cautela, sino con miedo. Inmediatamente se apresuraban a esconderse dentro o detrás de algún edificio, entre los callejones, o agarrándose del adulto más cercano.
—A veces la gente de la zona alta viene a llevarse a los niños —explicó Zein la reacción a los verdaderos habitantes de la zona alta.