—No sé ni qué es real ya —suspiró Serena al entrar en el invernadero, su voz cansada y teñida de frustración—. Damos un paso adelante y luego algo sucede que nos empuja hacia atrás...
Su mirada se posó en Aiden, sentado con casualidad con un bol de fideos humeantes en la mesa frente a él. El olor la golpeó al instante, cálido y acogedor.
No pudo evitar sonreír, mientras se dejaba caer en la silla frente a él. Sin dudarlo, alcanzó el bol, sujetándolo cerca e inhalando el aroma sabroso. —¿Cómo supiste tener estos listos?
Los labios de Aiden se curvaron en una sonrisa suave y consciente. —Supuse que no podrías estar ahí sentada por mucho tiempo. Ahora, come, y luego hablamos.
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