—Ya es suficiente escavar. Es hora de enterrar el hacha. Ve, acuéstate
Por alguna razón, Zoren, Ángel y Mark no se sorprendieron al escuchar eso. Sin embargo, el diligente Nathaniel parecía todavía estar en shock, incluso cuando ya sabía que esta fosa era para él.
Nathaniel jadeó, abrazando la pala y luego arrodillándose. Mantuvo su cabeza erguida para mirar la expresión impasible en sus ojos.
—¡Señora—joven señora! ¡Srta. Penelope! ¡Por favor no me hagas esto! —suplicó—. ¡No te he hecho nada! ¡Incluso si lo hice, no fue mi intención! ¡Lo siento, ¿vale?! ¿¡Por favor!? ¿Podemos hablar de esto?
—¿Tú... no has hecho nada contra mí? —ella repitió en voz baja, casi riéndose de sus súplicas—. ¿No... fue tu intención?
¿Perdón? ¿Era así de simple para él decir eso después de todo por lo que ella había pasado?
Penny soltó otra oleada de risas, mirando al hombre que suplicaba por su vida.
—Qué espectáculo más ridículo —murmuró—. Qué noche más ridícula y confusa.