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La chica llevaba una gorra de béisbol, mangas cortas blancas y vaqueros azul oscuro.
Sus piernas eran largas y rectas, su piel blanca como porcelana, casi translúcida.
Era el conjunto más común en la calle, sin embargo, aún poseía un atractivo que hacía que uno la notara de un vistazo.
La chica no llevaba gafas de sol ni máscara, y al acercarse de frente, Mu Chenzhou podía verla claramente.
Era un rostro asombrosamente impresionante.
Mu Chenzhou frunció el ceño.
—¿Por qué iba a ser que en cuanto volvía a la Capital Imperial, Ying Zijin también venía a la Capital Imperial? —La Familia Ying no tenía parientes en la zona, ¿así que qué hacía Ying Zijin aquí?
La Señora Mu notó el cambio en su expresión, giró la cabeza y siguió su mirada:
—¿Qué pasa?
Ella también vio a la chica, pero la Señora Mu había olvidado hace tiempo quién era Ying Zijin.
Nunca se molestaba en recordar a las personas sin importancia.
—Vi a alguien que conozco —dijo Mu Chenzhou—. Mamá, voy a saludar.